[Esta película forma parte de la Sección Oficial del 21 Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF’2024)]
Parece que en los últimos tiempos el cine europeo ha descubierto Japón como sociedad, como una peculiar cultura en la que plantear sus historias. No hace mucho que Wenders nos ofreció su notable Perfect days (2023), una mirada distinta, desde fuera, pero sin embargo muy implicada, sobre el mundo japonés. Ahora es el cineasta belga Guillaume Senez (Bruselas, 1978) el que se acerca a ese microcosmos y plantea allí esta Une part manquante (literalmente, “una pieza que falta”), en la que conoceremos a Jérôme (llamado familiarmente Jay), un francés cuarentón asentado en el país del Sol Naciente desde nueve años atrás, tras haber perdido el contacto con su hija Lily, fruto de su matrimonio con Keiko. Las leyes japonesas, según se dice en el film, reconocen como patria potestad la del cónyuge que tenga el hijo en el momento de la ruptura. Jay trabaja como taxista de noche para poder tener las mañanas libres para buscar a su hija, que tiene ya 12 años, y cuyo paradero desconoce. Un día recoge a una niña de esa edad, con muletas tras un accidente, y se da cuenta de que es su Lily. No se da a conocer, aunque está lleno de emoción. Como va a ser su taxista durante unos días, Jay aprovecha para hacer tímidos avances en su reencuentro, sin ella saber quién es él…
Tiene esta película un cierto problema con el relativo corto recorrido de la historia que se nos cuenta: para aliviarlo, el director nos presenta otra línea secundaria paralela, la de Jessica, una mujer en la misma situación que Jay, pero al principio de la ruptura, cuando su marido japonés, ya en su país y con el hijo de ambos, se hace fuerte y tiene todas las de ganar contra su ex; Jessica mantiene una relación de amistad con Jay, quien, perro viejo ya en estas cuestiones, procura aconsejarla para que no meta la pata y, con ello, pierda a su hijo. Quizá la inclusión de esta historia secundaria obedezca no solo a completar un metraje estándar, sino también, muy probablemente, a la intención del director y su coguionista de demostrar que no se trata de “hombre bueno versus mujer mala”, sino de progenitor sin derechos con respecto a su hijo contra progenitor que los tiene todos. De hecho, el personaje de Keiko, la esposa (porque Jay no quiere divorciarse, creyendo que con ello perdería definitivamente a su Lily), no está tratado en absoluto de forma negativa, sino como la mujer que sufrió lo indecible antes de la ruptura, y que ahora intenta proteger a su hija y protegerse a sí misma del que cree que es, de nuevo, aquel horrible hombre que se las hizo pasar canutas.
De todas formas, al margen por supuesto de ideologías (que, como el trasero, cada uno tiene la suya…), lo cierto es que el film, a pesar de ese relativo estiramiento de la trama, funciona; se dice que hay que hacer de la necesidad virtud, y esa relativa cortedad de la historia nos permite conocer mejor a este tipo, Jay, pésimo marido que fue, pero amantísimo padre que quiere ser, en lo que viene incidiendo, con más paciencia que Job, durante nueve años, y cómo las leyes del ser humano (en Japón o en donde sea) tantas veces conspiran (quiero creer que sin quererlo…) contra la felicidad de sus congéneres.
Así, y apoyado en un muy matizado trabajo de Romain Duris (que, a la chita callando, se ha convertido en uno de los más interesantes actores maduros franceses), Guillaume Senez consigue un film sensible, cercano, empático, que no busca enfrentar hombre/mujer, sino dar foco a la figura del padre (o la madre) amputado de su deseo de ser, y de ejercer, como tal.
Bien filmado, con un tono mesurado que conviene bien a la sociedad japonesa en la que se inscribe plenamente la historia, pero con una mirada “desde afuera”, del protagonista y su amiga Jessica, A missing part nos parece una estimulante película sobre uno de esos sentimientos absolutos, el de la paternidad o maternidad (con sus matices en cada caso, por supuesto), cuya relegación a la nada puede suponer, y de hecho generalmente supone, una durísima prueba que condicionará la vida futura de aquellos que se ven abocados a pasarla.
Duris, como queda dicho, excelente: él es en buena medida la película. A su lado, Judith Chemla, que interpreta a su amiga francesa Jessica, en su misma situación, la vemos sin embargo un tanto sobreactuada. Muy bien la jovencísima actriz franco-japonesa Mei Cirne-Masuki, que interpreta a la hija del protagonista, una chica que resulta dulce y callada, en un tono ideal para su personaje, en lo que supone un gran acierto de cásting.
(10-11-2024)
98'