Candidata al Oscar, ganadora del Globo de Oro y de la Palma de Oro en el festival de Cannes de 1992 (ex-aequo con El piano), esta Adiós a mi concubina es un exponente más del momento de madurez y gloria por el que pasa el cine oriental en los países occidentales.
Porque quizás la clave de este éxito, en el caso concreto de este film de Chen Kaige, es que su autor ha sabido hacer un film muy sincero, muy chino, muy exótico, pero al mismo tiempo muy dentro de los clichés que Occidente espera del arte oriental. Por eso sus protagonistas son cantantes e intérpretes de algo tan fascinante como la tradicional Ópera de Pekín, por eso se modificó incluso el guión original para dar cabida a un papel que interpretó Gong Li, la musa de las cintas de Zhang Yimou (Semilla de crisantemo, La linterna roja…), ya para entonces famosa en Occidente, por eso el film ha gozado de un insólito lanzamiento en Estados Unidos…
Todo ello nos muestra que Chen Kaige, además de ser un gran director, es un hombre preocupado de que su obra tenga la mayor difusión posible, introduciendo toda una parte final sobre la Revolución Cultural maoísta, terrible y sincera viniendo de un antiguo Guardia Rojo como lo fue él, y que puede gustar mucho tras el derrumbe de los idearios comunistas.
Porque la acción de Adiós a mi concubina transcurre durante varias décadas y se centra en la amistad de dos niños, aprendices y luego actores de la Ópera, en la intromisión de una mujer y en el devenir de la historia en la China de nuestro siglo.
Toda su primera parte es excepcional, con el durísimo aprendizaje en la escuela y la descripción de las relaciones de ambos, destinados a interpretar al Rey y a su concubina. Luego la acción se estanca en un metraje excesivo, quizás para llegar a todo el tramo final, con la terrible conmoción del maoísmo y su subversión de los valores culturales, con la gran Ópera de Pekín. Así, el previsible final, el desenlace trágico de este triángulo es ya esperado por un espectador que sin embargo sigue recreándose en la belleza visual de un film tan intimista como brillante.
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