Al otro lado

Fatih Akin lleva camino de convertirse en el director turco-germano por excelencia, si es que no lo es ya. Se dio a conocer en todo el mundo hace unos años con la potente (aunque algo sobrevalorada) Contra la pared, para después convencernos plenamente con el bellísimo documental, entre lo musical y lo étnico, Cruzando el puente: los sonidos de Estambul.

Ahora, de nuevo en el movedizo terreno del largometraje de ficción, Akin presenta esta Al otro lado, que participó en el Sevilla Festival de Cine de 2007 sin conseguir, como se hubiera merecido, uno de los grandes premios del certamen. Akin nos trae ahora una compleja historia de amor, muerte, redención y, sobre todo, azar. Porque distintas carambolas, como compelidas por los llamados efecto mariposa o dominó, son las que engarzan el complejo guión del filme, que combina hasta tres espacio-tiempo distintos, que corren paralelos, confluyen y divergen, en una obra mayor, espléndidamente dirigida, pero que no es sólo un gran ejercicio de estilo, sino también una honda historia de búsqueda, no sólo física, sino también espiritual: el círculo finalmente se cerrará, restañando las heridas generacionales, aliviando el desasosiego, el alegórico dolor de corazón.

Película impregnada de su tiempo histórico (este atribulado comienzo del siglo XXI) y de su espacio geográfico (esos dos subcontinentes, tan distintos, no tan distantes, como son Alemania y Turquía), no rehuye temas tan vidriosos como el terrorismo (o la resistencia, según se vea; ya se sabe que en estas cuestiones siempre depende de la perspectiva; carezco de información suficiente sobre las actividades del PKK, Partido Comunista del Kurdistán, para saber si es una cosa o su contraria), el lesbianismo, la complicada relación entre culturas y religiones…

Lo que en otras manos hubiera sido una bomba, no sé si de relojería o de racimo, en las de Akin da como resultado una película adulta, hermosa en su dureza, finalmente, serenamente esperanzada. Grata sorpresa la de recuperar a una casi olvidada Hanna Schygulla, tan lejos ya su época de musa de Fassbinder, aquí en el difícil papel de la “mutter” amantísima de su hija, abocada a la tragedia sin límites, pero también a la reconciliación, quizá a un nuevo amor filial.