Alien 3

No al de la basura, se entiende. Destapamos cuanto antes el titulillo de esta crítica: no sé si en algunas de las cuatrocientas mil (eso sin exagerar…) críticas, comentarios y gacetillas sobre Alien 3 que han aparecido en prensa, radio y televisión, ha figurado una circunstancia que me parece definitoria de este nuevo empeño sobre la saga, cual es el hecho de que el “tres” del título no es realmente un ordinal, no indica propiamente que sea la tercera parte; si se fijan bien, se trata de un “tres” pequeñito y colocado a cierta altura de la línea de descanso del título: vale decir que es un Alien a la tercera potencia, al cubo, resultado de multiplicarse dos veces por sí mismo.

Esta tercera parte del serial fue encargado en principio a Vincent Ward, el interesante autor de Navigator, quien al final sólo firmó el guión, dirigido finalmente por el novel David Fincher, quien sin embargo ha realizado un trabajo aceptable, a pesar de su falta de tablas.

Escapados que fueron los humanos del planeta maldito donde se desarrolla Aliens (segunda parte de la saga), uno de aquellos monstruos consiguió adherirse al exterior de la nave; introducido dentro, incubará su ponzoña en uno de los supervivientes. Se retoma así el esquema primitivo del filme de Ridley Scott, hasta el punto de que el guión sigue una línea muy semejante, aunque con un paisaje distinto: un planeta-prisión, donde un grupo de presidiarios dejados de la mano de Dios se han hecho fuertes, precisamente en nombre de Dios, en una religión fundamentalista que les da fuerzas para sobrevivir en aquel infierno. Allí aterriza Ripley y su cargamento macabro, y allí se reiniciará la pesadilla, ahora con un final sutilmente distinto, que no destriparemos (y no es un mal chiste…).

Lástima que David Fincher no fuera en aquella época más experto en estas lides cinematográficas (antes de debutar con este largometraje sólo había hecho unos videoclips a mayor gloria de Madonna), porque esta tercera parte, o si lo prefieren esta elevación a la tercera potencia, prometía mucho. Ni que decir tiene que los efectos especiales son extraordinarios, y que en las escenas en las que aparece el monstruo el filme gana en prestancia, la misma que pierde cuando salen los presidiarios, que parecen todos cortados por la misma tijera (y lo están, literalmente, por mor de un insecto hematófago…).