CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en FlixOlé y FilmBox+.
Esta historia sigue a tres tipos distintos de delincuentes que operan en la ciudad de Roma. Augusto es un hombre maduro, un delincuente de mediana edad, divorciado, metido en el vicio y el mal vivir del que no logra salir. A su hija Patrizia sólo la ve de vez en cuando, vive acosado por los remordimientos y con la preocupación de que no sepa de sus actividades, lo que está a punto de lograrlo. Pero un día, mientras está en el cine con ella, Augusto reconoce a una de sus víctimas y pretende huir, pero es detenido en presencia de la muchacha.
Roberto es un joven cínico e impenitente que lo que gana es para él; y un tercero, Carlo en el que por la influencia bienhechora de su mujer y su hijita Silvania, emprende el camino de la regeneración. Son tres sinvergüenzas que se dedican, con toda clase de recursos, al timo y la estafa en sus más diversas variedades: tesoros falsificados, viviendas que nunca han existido... Los tres se reúnen para preparar un gran golpe con el que llaman El Barón, que tendrá lugar en una gran casa de campo. Viven de la estafa a sus semejantes, sin importarles su condición por humilde y digna de lástima que sea la víctima, sin reparar en los medios para realizarla.
Fuertemente realista, dura, a veces desagradable y sin concesiones de ningún género, deja un regusto amargo y pesimista en su desenlace. En la primera etapa de su filmografía, Federico Fellini buscaba un personaje malvado para enfrentarlo a la bondad de los demás y terminaba arrepentido. Aquí elige al timador, un tipo de delincuente frecuente en Italia y en España.
Son terrenos abonados estos países latinos, dados al fracaso y la miseria debido al paro y la incultura. Por ello conservan siempre una llama de esperanza, de milagro en forma de lotería, quiniela o primitiva, en la confianza de tener el golpe de fortuna que les sacará de la miseria y los hará millonarios. Pero también los estafados pueden ser gente crédula, bondadosa, necesitada de un hogar donde vivir, dispuesta a pagar lo que sea por salir de las zahurdas en donde viven. Es el castigo del codicioso, pero también la plaga de la gente sencilla.
Almas sin conciencia (1955) es la segunda entrega de la trilogía de la soledad iniciada con La Strada (1954) y terminada con Las noches de Cabiria (1957). Federico Fellini, gran director y guionista italiano, estudia con meticulosidad los encuadres, el estado de ánimo del actor, el ambiente, la precisión del montaje de cada plano de la película.
Destaca en el reparto Broderick Crawford, un Augusto genial, le siguen Richard Basehart y, en una breve y perfecta actuación, su esposa Giulietta Masina. Bella resulta la música compuesta por el maestro Nino Rota y estupenda la fotografía de Otello Martelli.
Su excelente realización técnica y artística no excusa la crudeza narrativa del desarrollo.
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