Federico Fellini hace en 1973 su última obra maestra absoluta con esta fascinante Amarcord. Aunque posteriormente algunos de sus filmes han rayado a gran altura, como Casanova o Ginger y Fred, nunca más ha llegado al estado de gracia de aquella cinta deliciosa.
Amarcord gira en torno a los recuerdos del joven Federico en su pueblo natal, allá cuando el adolescente se asomaba a tantas nuevas cosas de la vida. Eran años de fascismo, pero vistos aquí de forma no acre, simplemente como una descripción sociológica del momento histórico.
Como siempre, importa más en la obra de Fellini el envoltorio, esa barroquizante estructura que ha devenido en adjetivo (felliniano: dícese de los personajes o cosas llamativas, brillantes, un punto circenses, un punto esperpénticas), que la historia en sí misma, aunque en este caso las escenas antológicas, también temáticamente, se suceden: la moto sobre la nieve, el coche de los onanismos, la primera seducción en el cine, el barco de Mussolini apenas entrevisto en la niebla.
Una obra maestra, un elogio de la desmesura como sólo Fellini era capaz de hacer, justamente oscarizada en su momento.
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