Tengo escrito (y no soy original) que el cine es el arte de aluvión por excelencia: en él confluyen elementos de diverso origen, desde los más nobles (teatro, música, danza, pintura, arquitectura, fotografía…) hasta otros que actualmente tienen una menor consideración en la estima intelectual e incluso popular (como es el caso del cómic o el videojuego). Hay incluso aportaciones inesperadas, como ésta que presenta Battleship, que no es sino una versión costosísima del humilde juego de Hundir la Flota, al que todos hemos jugado en nuestros tiempos infantiles, en España llamándolo Jugar a los Barquitos, con elementos tan simples como una hoja de papel y un lápiz. Pero Hasbro, compañía que posee los derechos del juego, y que también estuvo detrás del éxito comercial de la serie Transformers, ha impulsado ahora llevar a la pantalla esta simpática tontería de los barquitos a los que hay que tocar y hundir, aunque casi siempre el resultado sea ¡agua!
Claro que una chorradilla tal no tenía mucho que hacer en la gran pantalla, así que para la ocasión han tomado elementos de otras historias de cine, desde las memeces de un protagonista carajote que parece salido directamente de la saga American Pie hasta el patrioterismo de garrafón de las peores películas de Stallone, Seagal y Chuck Norris, pasando por el gigantismo elefantiásico de los enormes robots de la mentada Transformers, que aquí son de origen extraterrestre.
El resultado dista mucho de ser aceptable: difícilmente podemos creernos que un cretino como el protagonista, un veinteañero al que las neuronas parecen habérsele atrofiado, un tipo sin oficio ni beneficio, un mentecato que difícilmente es capaz de atarse correctamente los cordones de los zapatos, sea el líder que dirija la operación que salvará al mundo de la invasión extraterrestre más brutal que recuerdan los tiempos; ello sólo confirmaría que los alienígenas en cuestión no eran tan inteligentes como se preveía, sino más bien tirando a subnormales, si uno de nuestros especímenes más tarados es capaz de ponerlos en fuga.
Pero es que además el tono, tanto al principio como al final, resulta ser de un humorismo ciertamente poco risible, con este chufla haciendo gansadas de mamarracho; el hecho de que se lleve a la guapa de turno (una Brooklyn Decker mareante…) sólo confirmaría el lugar común de que las rubias son irremediablemente tontas.
Mucho ruido y pocas nueces, habría que decir, con Shakespeare, en esta aparatosa versión de un modesto juego de mesa, que ha costado la escalofriante cifra de 200 millones de dólares. ¿Aciertos? Alguno hay, como el diseño de las diabólicas máquinas automáticas de los alienígenas, una especie de ruedas giratorias con una inusual capacidad destructiva, unos pavorosos bichos metálicos con facultades casi taumatúrgicas. En cuanto a los extraterrestres propiamente dichos, su diseño vuelve a recordarnos a otros aliens ya conocidos en el cine, en este caso los de la serie iniciada por Depredador, si bien éstos vienen pertrechados con unas armaduras de corte medieval, aunque, por supuesto, con un lifting muy cool… Eso sí, cuando le quitas el casco, el maromo que aparece debajo tiene un sospechoso parecido con el Mickey Rourke de sus peores momentos…
Liam Neeson parece estar especializándose en papeles de jefe máximo, desde el Zeus de Furia de Titanes e Ira de Titanes al almirante de la flota que compone aquí, sin olvidar al Hannibal de la versión al cine de El equipo A. Rihanna se estrena como actriz con un personaje que recuerda a la bragada marine de armas tomar de Aliens (recuerden, la segunda parte de aquella saga), con más gónadas masculinas que sus compañeros del otro sexo. En cuanto al director, Peter Berg, que se inició como actor (faceta que sigue cultivando), cuando debutó en la realización hizo algunas cosas de interés, como la gamberrísima comedia Very bad things, para después adocenarse en un cine comercial sin más horizonte que llenar los bolsillos a toda costa.
Soy firme partidario de abrir el cine a todo tipo de influencias: el purismo nunca es bueno. Pero está claro que no será con este tipo de aportaciones con las que el cine evolucionará o crecerá.
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