Tras el fiasco comercial (que no artístico: es una obra maestra) de La edad de la inocencia, vuelve Scorsese al territorio conocido de la Mafia italiana, pero dejando a un lado su paisaje natal de Little Italy, donde se desarrollaron las historias de Malas calles y Uno de los nuestros, para detenerse en el auge y caída de los hampones itálicos en ese paraíso de neón, oropel y despilfarro conocido como Las Vegas.
Si Casino fuera la obra de cualquier otro director, seguramente nos haríamos lenguas de la ambiciosa estructura montada, de la narración contada a varias voces, algunas de ellas póstumas, del impresionante estilo desplegado, de la espléndida parte final, cuando se desencadenan los acontecimientos, de su (a ratos) extraordinario montaje sintético.
Pero como es Scorsese, uno de los escasos maestros hodiernos, habría que pedirle más; por ejemplo, que no se demorara tanto en una presentación de personajes y situaciones que parece no tener fin; que no fíe tanto en el parloteo de sus actores, que no paran nunca: ¡lo que raja ese De Niro!; que no repitiera roles, como ocurre con Pesci, que parece calcar su papel de matón sanguinario de Uno de los nuestros.
Dicho todo ello, recomendamos la visión de esta película irregular pero decididamente fascinante. Por cierto: Sharon Stone hace un esfuerzo denodado por ser una actriz y no una estrella erótica, y hay que reconocérselo; otra cosa es que lo haya conseguido...
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