Uno de los nuestros

Martin Scorsese, del que puede decirse sin empacho que es uno de los más brillantes estilistas que haya dado el cine norteamericano del último cuarto del siglo XX, vuelve al universo de su infancia de la Little Italy, la Pequeña Italia, el barrio neoyorquino mayoritariamente poblado por italoamericanos, para contarnos una potente historia de mafia, en esta ocasión vista desde dentro, a través de la biografía, al parecer verídica, de un joven aspirante a convertirse en hampón, como casi todos los del lugar hace algunas décadas.

Se convierte así en la espeluznante crónica de una organización ritual donde tienen mucho que ver cualidades tales como la fraternidad dentro del grupo, pero también la más absoluta sangre fría para derramar la de los otros, aquéllos que no están amparados en el paraguas de la "familia", en ese concepto amplio, de cosa nuestra, en que se entiende el término a la itálica manera.

De alguna forma Uno de los nuestros es también un trasunto, levemente disfrazado "de época", de uno de los pecados de nuestro tiempo: tener más dinero, para figurar más, fardar más, vivir mejor, a costa de lo que sea, de cuanto sea, de quien sea. Magníficamente dirigida, no es sin embargo la mejor película hasta ahora de Scorsese, que bien puede estar entre Toro salvaje, Taxi driver y El color del dinero. Excelente trío protagonista, con un Robert de Niro convertido ya en una suerte de talismán del realizador; Ray Liotta, el antagonista de Algo salvaje, aquí en un rol ambiguo y complejo; y Joe Pesci, merecido Oscar por su papel de pistolero impetuoso y sanguinario.

(20-10-2002)