Durante la Segunda Guerra Mundial, en vísperas del desembarco de Normandía, un sargento del Ejército alemán recibe instrucciones de un general del Alto Estado Mayor nazi de contactar con un oficial de rango elevado del ejército aliado para negociar las condiciones de rendición de la Wehrmacht...
Esta Cerco roto se autodenomina, incluso en su título original alemán, como una segunda parte de aquella interesante película del gran Sam Peckinpah que se tituló La cruz de hierro (1977), aunque en realidad es una simple continuación de aquella, sólo que cambiando a los actores que interpretan a los protagonistas, tomando aquí Richard Burton el papel del sargento Steiner, que en la cinta de Peckinpah era interpretado por James Coburn, y el papel del capitan Stransky lo hace Helmut Griem, en vez de Maximilian Schell. En general, se busca mantener en lo fundamental los componentes de aquel apreciable film: el sargento valeroso, humanitario, pero que lucha simplemente por sobrevivir, y el capitán sanguinario, a quien solo importa la consecución de la Cruz de Hierro, máximo honor para un soldado nazi, para lo que está dispuesto a sacrificar cuantas vidas sean precisas. En esta nueva cinta se añaden además tres nuevos elementos personajes relevantes: un coronel norteamericano, tan filántropo como incompetente, un general yanqui, y un general alemán que conspira contra el régimen de Adolf Hitler.
Con estos elementos, Andrew Victor McLaglen (hijo, como es sabido, del popular actor fordiano Victor McLaglen) ha intentado realizar una digna segunda parte de La cruz de hierro, pero lo cierto es que, a nuestro juicio, no lo ha conseguido, aunque quizá la culpa no sea totalmente suya. Puede achacársele esa culpa, con más razón, a los guionistas, Tony Williamson y Peter Berneis, que se han limitado a copiar de mala manera lo que de original tenía el film de Peckinpah. Así, Cerco roto abusa de los enfrentamientos entre el sargento y el capitán, así como también de la utilización de los niños en la guerra como elemento antibelicista, hasta llegar a cansar de tanta repetición. La violencia es llevada a límites insospechados, pero resulta falsa, artificiosa, falta de naturalidad.
Con esta floja materia prima poco podía hacer McLaglen, un cineasta solvente que ha demostrado su profesionalidad en más de una ocasión, especialmente en films de acción y, sobre todo, de temática bélica, con títulos como Patos salvajes o Rescate en el Mar del Norte. Como un mero film de encargo más, parece que McLaglen se ha limitado a rodar artesanalmente la cinta, sin poner el más mínimo interés de su parte, a la vista de que el empeño parece claro que no lo merecía.
En lo que respecta a los demás elementos que componen la producción, podemos decir que la fotografía de Tony Imi es bastante deficiente, la música de Peter Thomas es discreta, sonando a conocida en algunos momentos, y la interpretación de los protagonistas se ajusta, en general, razonablemente bien a los papeles adjudicados, destacando Richard Burton, que recrea con su habitual soltura su complejo papel, o Robert Mitchum, que dota de un impensable humor su curioso personaje de coronel incompetente.
(18-04-2023)
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