Pelicula:

La guionista, productora y directora vasca Arantxa Echevarría (Bilbao, 1968) se está revelando como uno de los más interesantes descubrimientos de lo que ya podría denominarse algo así como Neorrealismo Español del siglo XXI, un movimiento espontáneo que pone el acento en situar sus historias en barrios más bien modestos, con gente de a pie, corriente y moliente, hablando de los problemas y dificultades de los españoles de este azaroso tiempo del primer cuarto de la centuria vigésimo primera (mejor no pensamos en lo que nos deparará la segunda, a este paso...).


Echevarría, además, parece haberse especializado, en su todavía corta carrera, en plantear historias en las que existen conflictos dentro de determinadas minorías; así, en su ópera prima como directora, Carmen y Lola (2018), el tema era el amor lésbico dentro de la muy conservadora y tradicional comunidad gitana dedicada a la venta ambulante, film que Arantxa supo modular admirablemente y sacar petróleo de los actores no profesionales que en buena parte la interpretaban; incluso su muy alimenticia La familia perfecta (2021), que evidentemente jugaba en otra liga, también se permitía un problema “intra-comunidad”, en este caso en el seno de una familia de burgueses pagados de sí mismos, cuando se ven abocados a una inmersión sin anestesia en un clan familiar totalmente opuesto a sus modos y modas, un baño de realidad que, en algún caso, será determinante para un cambio de rumbo, de vida.


Ahora, con esta Chinas (2023), que se reputa de nuevo un empeño muy personal, como Carmen y Lola, Echevarría vuelve a dar en la diana, en una película que se ambienta en nuestro tiempo, en Madrid, en el modesto barrio de Usera, uno de los de la capital de España donde es frecuente el multiculturalismo, siendo fácil ver en sus calles a personas cuyos orígenes (o los de sus padres) están o han estado en Asia, África o Hispanoamérica. En ese contexto conocemos (aunque habrá alguna otra historia tangencial, interconectada con las dos principales) a dos familias: una, la de la pequeña Lucía, como de 9 años, y su hermana Claudia, adolescente, que viven con sus padres, inmigrantes chinos que regentan un bazar en el que echan muchas horas a lo largo del día; y la otra es la de la pequeña Xiang, también de 9 años, adoptada por una pareja española. Las dos primeras chicas tienen serios problemas con sus padres, que quieren, en contra del criterio de ambas, que se mantengan dentro de la ancestral cultura china; el problema de la tercera, la adoptada, es que su madre adoptiva cree intuir que los problemas psicológicos que la niña presenta están relacionados con su necesidad de buscar sus raíces chinas.


Lo cierto es que este nuevo trabajo personal de Echevarría nos vuelve a satisfacer, un drama hecho con verdad, frescura y un muy buen trabajo de guion, que construye sus tres historias (más alguna adyacente, como la de la joven médica que hace tan buenas migas con Lucía que intenta regalarle por Reyes una muñeca en contra del criterio de la madre de la niña) con tino, con frescura, con un montaje que va haciendo progresar las historias y sus intersecciones, como la de la pequeña Lucía que intenta acercarse a Xiang cuando a ésta la cambian a su colegio, con la renuencia de la adoptada porque ser su amiga sería confirmar su pertenencia a una etnia, la china, a la que ella rechaza, quizá como respuesta subconsciente a haber sido abandonada en su país por su madre natural.


Las tres historias, como decimos, avanzan, se cruzan, se mezclan, intercalando los problemas infantiles pero no por ello menos importantes de las dos crías menores, con los conflictos sentimentales y relacionales de la adolescente, que quiere ser como las demás, no quiere quedarse sola, y con ello lo único que conseguirá será humillación y tristeza.


Arantxa, como ya hacía en Carmen y Lola, se abstiene de dogmatismos, de tomar partido por nadie: expone sus historias al espectador, a ese espectador adulto capaz de decidir, si le place, con quién está, si es que hay que estar con alguien, aunque seguramente terminaremos estando con todos: humanismo, se llama el concepto, saber que los seres humanos, en tanto en cuanto seres (más o menos...) pensantes, tenemos la rara capacidad de meternos en fregados que nos superan, pero también de fabricarnos empanadas mentales sacadas casi de la chistera del mago. 


Película realista, como decíamos al principio, no por ello es menos amena, tres historias y sus adláteres ambientadas en su mayor parte en una comunidad, la china en España, hasta ahora más bien ayuna de presencia en el cine hispano, cuando están ahí siempre, en sus muy diversas formas: en el bazar (vulgo “chino”) de la esquina, donde compramos los cachivaches más diversos; en las hijas (mucho más frecuente que los hijos...) adoptadas por familias que no pueden tenerlos de forma natural; en los vecinos del barrio con ojos rasgados con los que nos cruzamos por la calle, esos vecinos a los que, ya sean chinos, vietnamitas, laosianos, camboyanos, hasta coreanos... siempre los llamaremos chinos...


Con algunas escenas que parecen inventadas por la guionista y directora pero saben, lacerantemente, a verdad (esa anécdota de la cajera del supermercado, hasta el moño de trabajo, que lanza a voz en grito la barbaridad de “los chinos por esta caja, las personas por la otra”...), Chinas es una película necesaria, además de amena, entretenida, y, sin embargo, mueve a la reflexión. Porque viéndola nos damos cuenta de cuántos prejuicios tenemos sobre esta comunidad callada y laboriosa, que vive (el sempiterno “pane lucrando”, o como se diga en chino mandarín, o cantonés...) a casi diez mil kilómetros de su país, en una cultura muy distinta, teniendo que intentar entenderse con los aborígenes españoles en una lengua cuyos signos gráficos no tienen nada que ver con los suyos, y encima de todo están sometidos permanentemente al desprecio generalizado de la comunidad en la que se han incardinado no por gusto, sino por perentoria necesidad para buscar un futuro mejor para sus hijos, también una vejez mejor para sus padres.


Qué buena es Arantxa con los intérpretes, singularmente con “las” intérpretes, porque esta, como también lo era Carmen y Lola, es una película esencialmente femenina, cuyos mejores papeles son para mujeres: se da por descontado que gente tan buena como Leonor Watling y Carolina Yuste estén estupendas, y lo están; ya no es tan normal que las tres chicas chinas, Shiman Yang (la pequeña Lucía), Xinyi Ye (su hermana, la adolescente Claudia), y Ella Qiu (la adoptada Xiang) estén tan bien, tan frescas, tan naturales, como si fueran actrices de toda la vida, cuando es la primera vez que se ponen delante de una cámara. Chapó también para Yeju Ji, que interpreta el complicado papel de la madre de Lucía y Claudia, la austera, seria, tradicional madre china, regenta del bazar, que intenta lo imposible, que el mundo de sus hijas se rija por las normas de su país de origen, sin que en ellas hagan mella las inevitables influencias de la comunidad en la que han decidido vivir para prosperar. 


(11-10-2023)


 


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118'

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Chinas - by , Oct 11, 2023
3 / 5 stars
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