Germán Lorente siempre intentó hacer un cine de aires sofisticados, de estilo superior al cutre habitual en la cinematografía española de la época. Sus películas, sin embargo, se alejaban totalmente de la realidad para parecerse, tal vez sin quererlo, a aquellas comedias de teléfonos blancos que propició el fascismo italiano.
En esta ocasión se trata de la historia de una famosa actriz teatral que se ve obligada a cuidar a una adolescente, por encargo de unas monjas, pues la chica tiene que salir del internado de menores por haberse declarado una epidemia de tos ferina. La diva la adopta provisionalmente, y la moteja además con el nombre de Coqueluche. Con semejante guión es imposible hacer nada mínimamente decente. Lo decía Stephen Frears: “Sin un buen guión, yo es que ni cruzo la calle”. Germán Lorente debió aplicarse el cuento…
Analía Gadé pecha con la difícil papeleta de no resultar demasiado ridícula en su penoso papel de estrella en trance de madre por un día; la apreciable actriz de “La vida por delante” se merecía un mejor trato. Con ella, Juan Luis Galiardo, todavía lejos de ese excelente tono que con los años ha ido consiguiendo; la juvenil Silvia Dionisio, que después protagonizaría varias películas “de destape”; “Saza”, un personaje irremplazable para cualquier comedia que se precie, y que alcanzó la cima de su carrera con el formidable trabajo de “Espérame en el cielo”; y la siempre estupenda Gracita Morales, un mito del cine español de los sesenta que cayó en desgracia, para nuestra desgracia…
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