La verdad es que las perspectivas sobre esta película no eran precisamente halagüeñas: del director, el húngaro Kornél Mundruczó, vimos hace unos años en el Sevilla Festival de Cine Europeo su efervescente (por decir algo…) Johanna, una especie de disparatada ópera moderna y transgresora que nos hizo reír, aunque no fuera esa su intención precisamente. Claro que, a la vista del nuevo filme del director, este “Delta”, aquella película podía considerarse una obra maestra…
Porque en Delta Mundruczó parece haber optado por lo que podríamos llamar el prestigio del silencio, en contraposición a Johanna, en la que en todo momento se cantaba (porque era un musical…). Pero es cierto que el silencio, los planos lánguidos, el ritmo de tortuga, tiene cierta fama, sobre todo entre la grey cinéfila. Y es verdad que, cuando el silencio de las películas lo que hace es matizar, orlar, apostillar… el trasfondo de la historia que se cuenta, es válido, e incluso valioso. Pero cuando el mensaje es el silencio en sí mismo, entonces la hemos jodido.
Aquí la historia va de chico que vuelve al pueblecito que lo vio nacer, junto al proceloso delta de un río, y como allí decidirá construirse una casa en la que vivirá con su hermana, en una situación de supuesto incesto que los lugareños no aceptarán bajo ningún concepto, con la correspondiente catarsis. Catarsis manifiestamente predecible, a la vista de cómo se desarrolla la historia y de la cascarria de los aldeanos, que lo son doblemente: por pueblerinos y por catetos…
Alguien definió esta película como una historia aburrida, en la que se cuenta la vida aburrida de gente aburrida, con toda la intención de aburrir al espectador: enhorabuena, lo han conseguido. Los planos de postalita del delta, preciosos, están muy bien para un documental turístico que fomente las visitas a la zona, pero en un largometraje (supuestamente) de ficción están de más. La historia entre los dos hermanos, más que sutil, es inane, inexistente, hecha de matices tan leves que apenas logramos enterarnos de casi nada, más allá de la espesura intelectual de sus paisanos y la masacre final, tan obvia.
Así que, lo dicho: Mundruczó, por favor, vuelve al cine estilo Johanna; así, al menos, nos divertiremos con tus disparates, aunque no sea lo que pretendas…
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