CINE EN PLATAFORMAS
[Esta película forma parte de la Sección Wild Tales del ATLÀNTIDA MALLORCA FILM FEST’2025. Disponible en Filmin por tiempo limitado]
Los clásicos, por supuesto, lo admiten todo: por eso son clásicos… Nos parece evidente que esta estimulante Destino desconocido, como insinúa la gacetilla que la presenta, no deja de ser sino una versión libérrima de Cowboy de medianoche (1969), la película de John Schlesinger sobre dos marginados, cada uno a su manera, que soñaban con llegar al paraíso, para quedarse a las puertas, como casi siempre. Aquel film, inolvidablemente interpretado por Dustin Hoffman y Jon Voight, ganó 3 Oscars (Película, Dirección, Guion), y su bellísima canción Everibody’s talkin’, cantada por Harry Nilsson, se convirtió casi en un himno… y todo ello aunque en España, por mor de la censura franquista (la escena de la masturbación homo en el cine debió poner los pelos de punta a los censores, a pesar de los Oscars…), no se pudo estrenar hasta 1978, ya muerto y enterrado el dictador.
Aquella historia de perdedores que sueñan con dejar de serlo, por supuesto, tenía y tiene capacidad para ser releída en diferentes claves, en distintos ámbitos geográficos, culturales, sociales, religiosos… Ese quizá haya sido el punto de partida para esta estimable, doliente película, Destino desconocido, dirigida por Mahdi Fleifel (Dubai, 1979), él mismo con una historia detrás como para hacer otro film: criado en un campo de refugiados palestinos de Líbano, su familia consiguió emigrar a Dinamarca, a Helsingur (en cuyo castillo, por cierto, Shakespeare situó Hamlet…), y posteriormente pudo graduarse en cine en la prestigiosa NFTS (Escuela Nacional de Cine y Televisión) británica. Lo cierto es que esa exquisita formación y esa infancia y adolescencia bastante penosa le han servido para presentar ya una interesante filmografía, en su mayoría formada por cortos, que han cosechado premios en un sinfín de festivales, estando todos ellos marcados por la problemática de la irredenta Palestina, esa nación sin estado que, cuando se escriben estas líneas, lucha por no desaparecer, literal y trágicamente, del mapa. Destino desconocido es su segundo largo, tras el documental Alam laysa lana (2012), precisamente ambientado en el campo de refugiados libanés donde creció.
La historia se desarrolla en su totalidad en Atenas. Ahí conocemos a Chatila y Reda, ambos palestinos, primos, llegados a la capital griega hace algún tiempo, intentando, mediante pequeños hurtos, conseguir el dinero suficiente para obtener pasaportes falsos que les permitan viajar a Alemania, donde Chatila sueña con poner un pequeño restaurante de comida árabe junto con su mujer y su hijo pequeño (ahora en un campo de refugiados de Líbano), de los que tiraría cuando ya estuviera en el país germánico. Pero Chatila tiene que bregar con la inestabilidad de Reda, de carácter débil y adicto a las drogas, aunque lleva un mes sin consumir. Pero cuando en la casa-patera que comparten aparece su camello habitual, todo volverá otra vez a torcerse…
Fleifel plantea su libérrima relectura de Cowboy de medianoche con elementos inicialmente parecidos, pero en un entorno bien distinto y con sus propias particularidades: los dos perdedores yanquis obnubilados (el joven y rubio y pizpireto Joe, con triunfar en NY y vivir como un marajá; el viejo y tullido y enfermo Ratso, con vivir sus últimos años en la soleada Florida) dejan lugar aquí a dos palestinos inmigrantes ilegales en Atenas como paso previo a su intento de alcanzar el paraíso germánico (uno, el más fuerte y dominante, para establecerse con su familia en Berlín y abrir un pequeño negocio; el otro, obviamente dependiente del primero, para participar de ese pequeño éxito de su primo). Las dos parejas de amigos (familiares en el caso de los palestinos) buscarán su lugar al sol en ese mundo de oropel que parece estar ahí, al alcance de la mano, aunque ya sabemos que solo unos pocos lo disfrutarán.
Sorprende la solvencia en la puesta en escena de Fleifel; aunque ha rodado ya varios cortos, es evidente que el tempo de un largo requiere un pulso, una “muñeca” (si hacemos un símil tenístico) que no es frecuente encontrar en quien hasta ahora solo había desarrollado historias de menos de media hora. Pero Destino desconocido carece de baches narrativos, el film avanza sin trompicones ni desmayos, en esta historia de dos desgraciados a los que, en buena medida, todo les sale mal (quizá también, en la lejanía, como el padre y el hijo de Ladrón de bicicletas: y es que en cine todo está emparentado…), hasta ellos mismos envilecerse intentando una estafa que implicará finalmente incluso infligir dolor físico.
Tiene el film algo como de documental, como si se hubiera rodado una ficción con un trasfondo auténtico. De hecho, la peli exuda un quizá involuntario realismo sucio, porque está rodado en sitios reales donde en verdad viven los inmigrantes en Grecia mientras esperan viajar a países ricos europeos, su Tierra Prometida, aunque por el camino tengan que dejarse jirones de su propia humanidad, de su propia calidad humana.
Bien narrada, la película presenta una historia verosímil, que sabe a verdad, aunque sepamos que es una ficción, una ficción desde el otro lado del (falso, como sabemos…) paraíso, la historia de dos pobres diablos que intentan ser, sin mucho éxito, pícaros, una suerte de Rinconete y Cortadillo en Atenas, siendo Grecia la antesala de la Europa soñada, un a modo de purgatorio o limbo que promete futuras felicidades evidentemente imposibles. Para alcanzar su sueño, ambos tendrán que, progresivamente, vender su cuerpo (Reda a los hombres que se lo solicitan en los ambientes de “cruising” ateniense; Chatila acostándose con la inestable mujer griega a la que conoce para que colabore en su plan de conseguir los pasaportes), pero también su alma (con la estafa que idean y que conllevará un perjuicio económico, físico y moral a personas de buena fe que confiaron en ellos).
La película se sigue bien, sin problemas, es inteligible y está bien contada, resultando dolorosamente amena en el relato de las peripecias de estos marginados, un relato en el que, finalmente, los protagonistas terminarán vendiendo su alma al diablo, convirtiéndose de víctimas en verdugos, aunque ni aun así les saldrán bien las cosas. En un segundo término, la peli también denuncia, aunque “sotto voce”, el sórdido negocio montado en torno a la inmigración ilegal, como los torvos individuos que procuran los pasaportes falsos (procedentes generalmente de robos de esos documentos), por los que piden el pago de cifras exorbitantes y arbitrarias.
La última escena, en un autobús, remite de nuevo, y con qué potencia, a la final de Cowboy de medianoche, casi calcándola, pero con su propia identidad, porque también los protagonistas, y sus circunstancias, son bien distintas del film yanqui. Ese último túnel, donde todo se oscurecerá, será también el punto de inflexión vital de esta pareja de infelices que tocaron el cielo imposible con los dedos de las manos.
Los actores, muy bien, muy creíbles, en especial la pareja de primos protagonista, ambos con escasa experiencia interpretativa pero que resuelven sus roles con una frescura y una verosimilitud encomiables. El único papel femenino de cierta relevancia lo hace la actriz griega Angeliki Papoulia, de larga andadura actoral, habiendo trabajado con frecuencia con el Yorgos Lanthimos anterior a convertirse en una estrella internacional.
(13-08-2025)
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