Sigue el cine hecho por y para mujeres, y sigue también la tendencia (al menos en el cine comercial norteamericano, que es el que lo ha puesto de moda) fundamentalmente conservadora, insistiendo en esquemas tradicionales de comportamiento en los asuntos amorosos, aunque sea de la solapada forma en que lo hace aquí la australiana Jocelyn Moorhouse, una especie de fresco romántico con los "quilt" (especie de colchas decoradas a mano, típicas de algunos estados USA) como "leit motiv", en concreto uno, a regalar a la protagonista del filme para su próxima boda. Pero la chica tiene sus dudas al respecto, y se lleva toda la película dando vueltas a lo mismo, bebiendo de las experiencias de las otras mujeres, familiares y amigas, que confeccionan juntas la dichosa colcha.
La moraleja incluye una cierta predestinación de índole sobrenatural, bien que en la negra forma de un cuervo, que debe ser la más atípica morfología divina, al menos de lo que se ha visto en cine. Así las cosas, sólo queda disfrutar con el notable reparto femenino, en el que nos quedamos con la sencillez desarmante de Alfre Woodard o la fragilidad de una viejísima pero interiormente tan hermosa Jean Simmons.
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