CINE EN SALAS
Entre 2010 y 2015 la productora británica Carnival grabó una serie titulada Downton Abbey, compuesta de 6 temporadas, con un total de 52 episodios, ambientada en la Inglaterra de los años diez y hasta la mitad de los veinte. La serie se ambientaba mayormente en la propiedad rural llamada precisamente Downton Abbey, una lujosa mansión propiedad de la familia del conde de Grantham, lord Robert Crawley, casado con una rica estadounidense, Cora, y padre de tres hijas, Mary, Edith y Sybil. Al no tener herederos varones, la propiedad, a la muerte de Lord Crawley, pasaría a un primo de la familia (era la ley de la época…), quien sin embargo muere en el hundimiento del Titanic (sospechamos que no iba en tercera clase, no…).
La serie tuvo un gran éxito internacional, saludándose por crítica y público como una forma de actualizar aquella vieja y estupenda serie también inglesa, Arriba y abajo, que durante los años setenta del siglo XX puso en imágenes las relaciones, no siempre fáciles, entre los nobles británicos y sus sirvientes. Ese éxito de la serie propició un capítulo final cinematográfico, titulado también Downton Abbey (2019), que con un presupuesto de 20 millones de dólares multiplicó por diez esa cifra, así que parecía evidente que no se iba a dejar pasar la ocasión de aprovechar ese filón… el resultado fue Downton Abbey. Una nueva era (2022), que no fue tan bien en taquilla (presupuesto: 40 millones; recaudación, 92 millones), lo que quizá abonó la idea de que era conveniente cerrar esta nueva e incipiente serie cinematográfica con este Downton Abbey. El gran final (2025), que ciertamente nos parece un broche adecuado a la ya larga y en general feraz franquicia televisiva/fílmica (fuente de todas las cifras: IMDb).
La acción sigue, aproximadamente, donde se quedó en el capítulo anterior, afrontando ya la década de los años treinta. La fortuna de la familia de Lord Grantham no pasa por sus mejores momentos, y Lord Robert se resiste a dejar paso a su primogénita, Lady Mary, como había expresado anteriormente. Paralelamente, justo el día de una recepción en Londres a la que asiste la familia, y donde estarán los príncipes de Gales, se conoce por la prensa que Mary se ha divorciado de su esposo, gran escándalo para la época (todavía faltaban unos años para que el nuevo rey, Eduardo VIII, hiciera algo mucho peor -para los ojos de la época…-, casándose con una mujer divorciada), por lo que le ruegan que se marche. A partir de ese momento, Lady Mary será una apestada dentro de la estirada clase de la nobleza, e incluso entre sus amigos…
Esta tercera entrega cinematográfica tiene como principal virtud el confort de lo conocido: sabemos ya cómo son los personajes (aristócratas y sirvientes) y sabemos razonablemente cómo van a actuar; eso, lejos de parecer previsible, le confiere la cualidad del universo que ya conocemos y donde nos manejamos como si estuviéramos en nuestra propia casa. Es cierto que los ricos y nobles siguen siendo la mar de buenos, y los lacayos reproducen, a su escala, los tics de sus amos, pero ello debe entenderse, por supuesto, dentro del contexto de la época retratada. También es interesante ver cómo las dos clases sociales, patricios y plebeyos, han ido evolucionando con el tiempo y, de esta forma, cosas que una década atrás parecerían impensables (que una noble se divorciara de su marido, que un -antiguo- sirviente se sentara a la mesa con los señores, que una mujer dirigiera Downton…), ahora, mal que bien, son aceptadas. En ese sentido también la propia serie ha evolucionado, como por ejemplo con el sirviente con orientación homosexual (aunque dentro del armario: lo contrario estaba penado con cárcel…), pintado en los primeros capítulos de la serie como un tipo torvo e indeseable, ahora convertido en un hombre honesto y cabal, y consecuente con su tendencia sexual (aunque aún en el armario: seguían en las mismas, penalmente, con ese tema).
Así que está bien que el colofón de la serie, en su formulación cinematográfica, redunde en el universo conocido, pero también aporte algunas novedades y, sobre todo, algunas decisiones de calado, como el paso al lado al que se ve compelido a dar el paterfamilias, para dejar paso a la nueva generación, que en este caso lleva faldas y tiene nombre de mujer (toda una revolución para su clase y su tiempo…). Aparecen también otros temas, como el embaucamiento, económico y personal, que intentará perpetrar sobre la familia un cantamañanas de encantadoras formas y palabras (resuelto, por cierto, demasiado fácilmente…), además de algunos dimes y diretes del servicio de la mansión, con sus parejas formadas entre ellos y varias jubilaciones que costará trabajo aceptar por parte de algún afectado, además de, ya fuera del contexto de la casa solariega, cierta lección de modernidad y humanidad hacia individuos anclados en el siglo XIX (como poco…).
Amable película, entonces, que se deja ver con agrado, especialmente por quienes (son/somos legión) conocen la historia desde sus comienzos en la serie televisiva y (re)conocen los personajes y las situaciones. Aunque se anuncia como “El gran final”, no sería extraño que en el futuro se acometiera algún tipo de continuación, bien televisiva, bien cinematográfica, o en formato de “spin-off”, dado que la peli deja esa posibilidad abierta, ahora ya con Lady Mary (y su futuro sucesor, el pequeño George) a los mandos: además, la década que se abre en este final, los años treinta, podrían dar mucho, mucho de sí, como paisaje histórico de las andanzas de los nuevos mentores de Downton Abbey.
Simon Curtis, bragado director de cine y televisión, que ya rodó el anterior capítulo cinematográfico, conoce perfectamente el paño y su puesta en escena es estilosa, elegante, sin subrayados pero sólida. El guion de Julian Fellowes, el creador de la serie, se ajusta a lo que se pedía, un colofón agradable, con algunos momentos de conflicto razonablemente resueltos. El elenco artístico, como es habitual, muy entonado, todos ellos conocedores de sus personajes casi más que de su propia personalidad: Hugh Bonneville, Michelle Dockery, Elizabeth McGovern, Laura Carmichael, Jim Carter… todos están exactos, porque tienen perfectamente interiorizados unos roles que conocen como la palma de su mano. Aparecen algunos nuevos, como el gran Paul Giamatti (aunque aquí tiene poco papel para lucirse) y Alessandro Nivola, que hace un pícaro de altos vuelos al que, sin embargo, se le verá el plumero (nunca mejor dicho, ya que hablamos de “altos vuelos”…). Y la peli está dedicada, tan justísimamente, a la figura entrañable y gigante de Maggie Smith, cuyo personaje moría en el episodio anterior, y ella misma lo hacía poco después.
(14/10/2025)
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