Pelicula:

Estreno en Filmin.


Por fin parece que vamos a poder seguir la pista de la carrera de Ryûsuke Hamaguchi, tras ver recientemente La ruleta de la fortuna y la fantasía (2021), quizá aupada a los circuitos de cine occidentales por el Oso de Plata a la Mejor Dirección en la Berlinale. Pero los siete largometrajes de ficción anteriores, más los cuatro documentales, todos ellos realizados desde 2007, fecha de su debut en el largo, siguen pendientes de estreno y probablemente solo se podrán recuperar ya a través de plataformas, esas nuevas filmotecas digitales que con frecuencia sorprenden gratamente al cinéfilo.

La acción de esta Drive my car se desarrolla en nuestros días, en Japón: Yúsuke Kafuku es un prestigioso actor teatral que prepara la nueva producción en la que va a intervenir, Tío Vania, de Chéjov. Está casado con Oto, afamada guionista; ambos perdieron, veinte años atrás, a su hija de cuatro años, y desde entonces su relación ha cambiado; ella escribe cuentos que concibe tras hacer el amor con su marido, pero también con otros hombres, lo que Yúsuke sabe y secretamente acepta, con miedo de perderla. Un día, Oto le dice que por la noche quiere hablar con él; el marido, temeroso de lo que pueda decirle, alarga su regreso, y cuando lo hace la encuentra inconsciente tras sufrir un ictus...

Tiene a nuestro parecer esta película dos elementos clave que la definen: uno es su tema central, el de la responsabilidad, el del honor, a consecuencia de los sentimientos de culpa que los protagonistas (Kafuku y Misaki Watari, quien le atiende como choferesa en su estancia en Hiroshima para montar Tío Vania) padecen por hechos acontecidos en su pasado que los atormentan. En este sentido, es relevante señalar que, mientras en la civilización occidental, por nuestra cultura cristiana, es fundamental el concepto de culpa y su correspondiente expiación, en la cultura japonesa el tema esencial en ese aspecto es el de la asunción de la responsabilidad del hecho cometido, a través de la cual se recupera el honor perdido, honor que, en las islas regidas por el emperador que se sienta en el Trono del Crisantemo, radica en el alma, no en la entrepierna (de las mujeres, mayormente), como hasta no hace mucho ocurría en Occidente...

Pero el otro elemento no nos parece tan interesante: quizá embelesado por el tema, Hamaguchi ha construido un relato que dura tres horas, metraje a todas luces excesivo y que podría haberse recortado sustancialmente. En especial nos parecen exageradas las muchas escenas alrededor de la “mesa italiana” (ya saben, las sesiones preparatorias para toda obra de teatro, película o serie, en la que los intérpretes leen en común sus diálogos junto al director de la obra), escenas que, ciertamente, entendemos se podrían haber aligerado sin que sufriera en absoluto (más bien al contrario...) la entidad del film. Se ha dicho al respecto que la duración era necesaria para que, a fuego lento, los dos personajes centrales fueran asumiendo sus respectivas culpas y llegara el momento en el que ambos pudieran abrirse mutuamente para, así, restañar sus heridas, pero nos parece que ese mismo efecto se hubiera conseguido, sin ningún problema, con media hora menos.

En cualquier caso, eso no significa que Drive my car sea una película fallida, porque a nuestro juicio no lo es: aun con su problema de metraje excesivo, la tragedia callada de este hombre que gusta de ensayar sus personajes dando la réplica a la voz grabada de su mujer ya difunta, mientras se desplaza en su coche, ahora conducido por una extraña que, poco a poco, dejará de serlo, es una tragedia mayor, probablemente difícil de entender por parte de nuestras mentes occidentales, mucho más pragmáticas y poco dadas a sutilezas de este jaez; también lo es la propia tragedia de la choferesa, una joven de infancia y adolescencia desgraciada que, sin embargo, se siente atribulada por una omisión del deber de socorro que, en su momento, fue a la vez liberación física y prisión mental.

Sobre un relato corto de Haruki Murakami, combinado con otros textos del mismo autor, además de las irisaciones evidentes del Tío Vania, de Chéjov, cuyos hermosos diálogos salpican una y otra vez la trama, Hamaguchi, en nuestra opinión, consigue una obra irregular, calladamente hermosa, lastrada por su, a nuestro parecer, excesivo metraje, pero llena de buenas ideas, resueltas siempre con una funcionalidad, con una modestia, con una falta de ampulosidad en la puesta en escena que recuerda a algunos maestros nipones clásicos; citar a Ozu quizá no sea ocioso. Estamos entonces ante seres humanos zarandeados por existencias marcadas por hechos luctuosos, hechos que tendrán finalmente, dolorosamente, que aceptar, que asimilar, en una desoladora penúltima escena en común, para poder continuar viviendo, para finalmente perdonarse a sí mismos, para  asumir sus responsabilidades y poder coexistir con ellas.

Cine ciertamente que remueve sin apenas aspavientos, son fundamentales las interpretaciones de su actor y actriz principal, cuyos personajes son renuentes en principio incluso a una relación meramente profesional, pero a los que, sin embargo, el mucho tiempo de convivencia en el angosto espacio del viejo Saab del varón que conduce la mujer, y las mutuas confesiones que esa progresiva intimidad van propiciando, harán que ambos, sin relación física, alcancen una de las comuniones espirituales más notables que hayamos visto en mucho tiempo en una pantalla. Muy buen trabajo, en ese sentido, de los principales intérpretes, Hidetoshi Nishijima y Tôko Miura, un trabajo muy interiorizado, afortunadamente ajeno a la escuela habitual de los actores y actrices asiáticos de ojos rasgados, tan dados a la sobreactuación.

(09-02-2022)


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179'

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Drive my car - by , Apr 12, 2022
3 / 5 stars
La responsabilidad, el honor