Duelo al sol

CRITICALIA CLÁSICOS

Disponible en Filmin y Pluto TV.

Unos nocturnos e inquietantes planos, sombríos y enrojecidos, planean en el inicio del film: son de la Roca de Indio, en Texas, un paraje pedregoso que también cerrará la narración, solo que entonces será en un estallido de luz, con un sol encegador, pero también teñido de rojo, rojo de sangre. En medio, una historia entre la desmesura y el romanticismo, un relato de Caín y Abel en clave de western, filmado por un grande de la cinematografía, King Vidor, centenario en títulos, que abarcan desde 1913 hasta 1959.

Filmado en plena madurez del autor, la cinta fue el fruto del gigantesco esfuerzo de un productor, David O. Selznick, por repetir el impacto y la multitudinaria acogida de su anterior Lo que el viento se llevó (algo que todos sabemos que no logró, pese a sus excelentes recaudaciones). Aquí también se rodeó de grandes nombres, como Josef von Sternberg, William Cameron Menzies, Sidney Franklin  o William Dieterle como apoyo a King Vidor en la realización, o el inimitable Dimitri Tiomkin en la banda sonora, incluso el propio Selznick colaboró en el guión. Y en lo personal puso de protagonista a Jennifer Jones (en aquel momento su amante, luego su esposa), rodeada de un impresionante reparto de glorias consagradas.

La historia va de una joven mestiza, insinuante, provocadora, apasionada... también ingenua. Cuando su padre (Herbert Marshall) se suicida al verse engañado por su esposa india y matarla, Perla Chávez acude a la hacienda del Senador (todos le llaman así) que vive con su mujer enferma y con sus dos hijos. Uno es  sensato, culto y trabajador, Jesse (Joseph Cotten), y otro traicionero, valiente y mujeriego, Lewton (Gregory Peck). Ya tenemos pues a Caín y Abel, tenemos una historia apasionante, grandes horizontes, el ferrocarril, los ganaderos (como el Senador) que se oponen, la intervención del ejército... y tenemos, especialmente, la pugna de los dos hermanos por conquistar a la bella mestiza.

Vidor da a su film un tono exagerado, fastuoso, un "más fuerte que la vida", donde los colores, los decorados, el paisaje, los sentimientos, el odio, el amor... todo se sublima y se mitifica. Quizás alargada en su duración, la cinta va cobrando un sesgo trágico a medida que nuestro Caín, Lewton, va acentuando su maldad, sus tretas traicioneras, su conquista tramposa y violenta de la muchacha... Ni su madre (Lillian Gish) ni su padre el Senador (Lionel  Barrymore) son capaces de encauzarlo, llegándose al asesinato, desafiante, a la vista de todos.

El padre, el Senador, en un momento del film, habla de esos atardeceres de cielos enrojecidos, cuando parece que alguien ha encendido un fuego allá arriba. Y la cinta va tomando un sesgo fatalista, sangrante, lírico, alucinante (del que bebería después Nicholas Ray en Johnny Guitar) hasta culminar en un tramo final donde la muchacha intenta cambiar sus sentimientos hacia Lewton, consciente de su maldad, aunque inútilmente porque la pasión, la atracción sexual acaban imponiéndose...

Llegan así unas secuencias trágicas, una mezcla explosiva de odio y amor entre Perla y Lewton, que vuelven hasta la Roca del Indio para un común suicidio, una comunión íntima con balas y disparos. A pleno sol, esta vez, malheridos, se arrastran a duras penas para estar juntos en el último aliento, para estar juntos en una muerte en la que ya no podrán separarse...

King Vidor tenía cincuenta y dos años cuando rodó este titánico Duelo al sol, y a partir de aquí su carrera se fue ya espaciando, aunque todavía dio de sí obras de envergadura, como la notable El manantial, con Patricia Neal y Gary Cooper, o Pasión bajo la niebla (Ruby Gentry), otra vez con Jennifer Jones. Su último gran film sería, en 1956, la monumental Guerra y Paz, fresco histórico con largo y sobresaliente reparto, basado en la novela de Tolstoi, tras la que rodaría en España la bíblica Salomón y la reina de Saba, famosa por la inesperada muerte de Tyrone Power en el rodaje y su sustitución por Yul Brinner...