J. Lee Thompson fue un sólido profesional inglés que hizo la mayor parte de su carrera en Estados Unidos, como tantos de sus compatriotas, a los que Hollywood fichó por su solvencia como cineastas. Su carrera como director abarca de 1950 a 1989, casi cuarenta años en los que hizo de todo, aunque se sentía más a gusto en géneros como el thriller, la aventura y el bélico. Su mejor época se puede considerar sin duda la que va de finales de los años cincuenta, cuando ya estaba fogueado como el buen profesional que siempre fue, hasta finales de los sesenta, con títulos como La India en llamas (1959), Los cañones de Navarone (1961) (seguramente su película más popular de la época, ganadora de un Oscar), Taras Bulba (1962) y El oro de Mackenna (1969). Después solo volvería a brillar en el thriller preternatural La reencarnación de Peter Proud (1975), para a partir de entonces adocenarse en productos olvidables, en buena parte mediocres films de vengadores al servicio de Charles Bronson.
Pero El cabo del terror forma parte de sus mejores películas. Hecha en su mejor momento, los primeros años sesenta, en la que, como hemos visto, se acumulan sus mejores realizaciones, El cabo del terror se ha convertido en un pequeño clásico del thriller de intriga y tensión, hasta el punto de que, décadas más tarde, fue versionado por Martin Scorsese en su también muy potente El cabo del miedo (1991), con Nick Nolte y Robert de Niro en los personajes que aquí hicieron Gregory Peck y Robert Mitchum.
La acción se desarrolla en los años sesenta, en la localidad de Savannah, en el estado de Georgia. Sam Bowden es un prestigioso abogado al que visita Max Cady, un sociópata que, ocho años atrás, fue condenado a prisión por el testimonio de Sam, testigo del furioso ataque de Max a una menor de edad. Cady, que quiere vengarse, comienza a presionar psicológicamente cada vez más intensamente al abogado, que teme por su mujer y, sobre todo, por su hija de quince años, dados los antecedentes de cruel menorero del expresidiario. La situación se volverá insostenible...
El cabo del terror es una película notable. Con la habitual economía de medios, tanto económicos como estilísticos, del cine de Hollywood de los cincuenta y primeros sesenta, la película va tensionando la historia gracias a un personaje, el de Max Cady, absolutamente odioso, el súmmum de la crueldad, de la vesania, de la depravación. Por el contrario, el personaje de Sam, que se nos presenta como una suma de virtudes, se verá arrastrado también a la ilegalidad cuando vea peligrar a su familia. Thriller percutante, ha creado brillante escuela; la música de Bernard Herrmann, con esos acordes inquietantes con los que comienza la película (y que después se han usado tantas veces cuando se ha querido versionar/parodiar/homenajear el film de J. Lee Thompson, como por ejemplo en la serie Los Simpson) es estremecedora, y la composición de los dos personajes centrales, en manos de Peck y Mitchum, es espléndida, en especial la del segundo, que consigue uno de los mejores villanos de su carrera, a la altura del otro especialmente recordable, el del predicador que llevaba escrito las palabras “amor” y “odio” en los nudillos en La noche del cazador (1955), único film dirigido por el actor Charles Laughton.
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