El cine negro clásico norteamericano, definido habitualmente como “film noir”, es un subgénero dentro del thriller que hizo fortuna principalmente entre las décadas de los años treinta a finales de los cincuenta. Con una primera etapa en los años treinta más cercana al cine de gánsteres (Hampa dorada, El enemigo público, Scarface, Los violentos años veinte), en los años cuarenta cobrará ya carta de naturaleza con sus características definitorias a partir de títulos como El halcón maltés (1941), que suele considerarse el arranque oficial del “film noir”, además de otras películas tan notables como Perdición, Laura, Historia de un detective, Retorno al pasado y El sueño eterno, entre otros, para considerarse convencionalmente cerrada la época clásica con Sed de mal (1958).
Entre los grandes films “noir” hay que citar también, sin duda, este formidable El cartero siempre llama dos veces, notable adaptación de la novela homónima de James M. Cain, publicada en Estados Unidos en 1934. Sobre este texto se han hecho al menos seis versiones: la francesa Le dernier tournant (1939), de Pierre Chenal, Ossesione (1943), de Visconti, esta de 1946, de Tay Garnett, El cartero siempre llama dos veces (1981), la tórrida adaptación de Bo Rafelson con Jack Nicholson y Jessica Lange, más dos versiones exóticas hechas en el último cuarto de siglo, la húngara Szenvedély (1998), de György Feher, y la malaya Buai laju-laju (2004), de U-wei Haji Saari.
Pero generalmente se acepta que tanto esta versión de Garnett como la de Rafelson son las que mejor partido sacaron al texto original de Cain, una historia de deseo y perdición, de codicia y erotismo exacerbado, finalmente de justicia poética (atención: “spoiler”), ser condenado por un crimen no cometido, aunque realmente lo mereciera por otro que quedó impune.
La historia se ambienta en los años posteriores al Crack del 29, en plena Gran Depresión, cuando la pobreza y el hambre eran moneda común entre las clases bajas norteamericanas. En ese contexto conocemos a Frank, un joven vagabundo que recorre el mundo sin cargas pero tampoco sin un dólar, que llega a una gasolinera regida por Nick, un hombre mayor casado con Cora, una guapa y sexy mujer mucho más joven. Frank es contratado por la pareja para que ayude en la estación de servicio. Entre los jóvenes surge pronto una evidente atracción física, de la que Nick no se percata, e incluso involuntariamente parece colaborar en que ambos se acerquen. Con el paso de los días es obvio que hay un enganche amoroso o sexual entre los jóvenes, y Cora le plantea a Frank la posibilidad de escapar juntos para vivir la vida, pero a las pocas horas se dan cuenta de que, sin dinero, esa vida no es vida, y deciden volver. Entonces en Cora va cobrando cuerpo la idea de matar a Nick para heredar su fortuna y así poder vivir con Frank a cuerpo de rey, pero el hombre no está demasiado convencido…
Es curioso, porque el autor de este clásico del “film noir”, Tay Garnett, no suele gozar del prestigio de otros cineastas clásicos norteamericanos contemporáneos, a pesar de contar con varios títulos de interés en su muy dilatada carrera (51 años, desde 1924, todavía en el cine mudo, hasta 1975), como Mares de China (1935), Siempre Eva (1937) y Un yanqui en la corte del rey Arturo (1949). Con esta El cartero siempre llama dos veces alcanzó la cúspide de su talento creativo, aunque fue una lástima que no cultivara más el cine negro, a la vista de que era un género que se le daba estupendamente.
Hay en la película, inevitablemente de forma muy sutil teniendo en cuenta la fecha en la que se rodó (los años cuarenta, en pleno apogeo del Código Hays, que establecía los criterios de la censura de Hollywood), un notable voltaje erótico, que comienza enseguida, en la forma en la que Garnett presenta a la bella: cuando Frank llega a la gasolinera, tras conocer a Nick, algo cae al suelo y rueda hasta los pies de Lana Turner; la cámara sube lentamente revelándonos su cuerpo vestido totalmente de blanco, con un conjunto de pantalón corto que quitaba el hipo: impresionante, absolutamente seductora, a él se le quema la hamburguesa que estaba cocinando... Tras esa presentación, las relaciones entre los jóvenes amantes, siempre con sutileza y de forma implícita pero suficientemente evidente, nos irá mostrando cómo la mujer irá pastoreándolo con la fuerza del deseo, con diálogos de doble sentido y escenas en las que ella juega con él cediendo a veces y negando otras, en un peligroso juego de seducción en el que parece evidente que el hombre lleva las de perder, las de ser llevado en volandas hacia el objetivo fijado por ella. No es, sin embargo, una película que cargue las tintas sobre la figura femenina: ambos serán culpables, tanto del asesinato del marido como, sobre todo, de amarse, de desearse. Y con esas miraditas entre los que serán amantes, llenas de pasión contenida, buscándose aprovechando las ausencias del esposo que estorba, se establecerán los dos caracteres arquetípicos, ella como la “femme fatale” que hace con su amante lo que le place, y él como el duro macho finalmente dispuesto a lo que sea con tal de poseer a su hembra.
Un pavoroso futuro (cuidar de la hermana paralítica del marido en otro estado) precipitará los acontecimientos; a partir de ahí todo conspirará fatalmente para que la pareja mate a Nick, aun siendo conscientes de que el dedo del Destino los empuja a ello.
Con un bien dosificado suspense en la escena del asesinato; con un precioso blanco y negro de reminiscencias expresionistas; con un simbólico código de colores en ella, siempre vestida de blanco (aquí el color del deseo, dado que el rojo, titular de la metafórica cartera cromática de la pasión, era imposible en la fotografía en blanco y negro), salvo cuando muere su madre y se viste de riguroso luto, El cartero siempre llama dos veces, en esta modesta pero tan interesante versión de Tay Garnett, se constituye en una de las cimas del “film noir” norteamericano, copiado y homenajeado multitud de veces, pero nunca igualado en su exacta mezcla de deseo, codicia, hedonismo, ambición: el ser humano…
Muy interesante trabajo de la pareja protagonista, con una Lana Turner a la que se le daban estupendamente este tipo de mujeres que hacían perderse a los hombres, y un John Garfield que en su tiempo fue un excelente galán, sin muchos matices pero muy carismático, que murió desgraciadamente demasiado pronto, a los 39 años.
(18-06-2023)
113'