En Shrek 2 (2004), la estupenda segunda parte de la tetralogía iniciada unos años por la no menos buena Shrek (2001), aparecía un personaje secundario, el Gato con Botas, que fue uno de los descubrimientos de aquel capítulo, un gato sandunguero y andaluz (con el bello acento, en este caso ceceante, de Antonio Banderas), tan contento de haberse conocido como dado a meter la pata a modo, tan bravucón como, en el fondo, un pobre diablo, como todos los seres humanos (en este caso, felino, aunque no dejaba de ser un trasunto humano en forma de fábula, por supuesto).
Tanto gustó aquel personaje, obviamente extraído de la fábula en la que Perrault condensó el cuento popular sobre este gato con muy poca vergüenza, que unos años después tuvo su propia película, llamada, sin complicarse mucho la vida, El gato con botas (2011), que alcanzó popularidad entre la grey infantil mayormente, y multiplicó casi por cinco su presupuesto, así que estaba cantado que, muy probablemente, tendríamos secuela. Lo extraño es que, tal y como está la cosa en Hollywood de ideas (cortitos con sifón...), y lo dados que son los impertérritos ejecutivos que mandan hoy día allí a exprimir como limones los films que funcionan en taquilla, hayan tardado 11 años en poner en pie esta continuación.
La película cuenta cómo el Gato con Botas, en una de sus innumerables aventuras sin cuento (o, mejor, con mucho cuento...), muere. Pero como ya sabemos, los felinos tienen nueve vidas, así que, no hay problema... ¿o sí? Porque resulta que esta vida que ha perdido nuestro minino es su octava existencia, así que solo le queda una, por lo que el siempre envalentonado leoncillo se ve acobardado cual gato faldero, máxime cuando la Muerte se le aparece y le anuncia que, no tardando mucho, irá a cobrarse su cabeza. El gato se refugia en un refugio de mininos, donde se aburguesará y se convertirá en un gandul... Allí se hará amigo de Perrito, un adorable y pequeño can disfrazado de gato para que Mama Luna, la anciana que los cuida, le dé de comer... Pero el Gato con Botas sueña con conseguir el llamado Último Deseo, una leyenda según la cual quien lo consiga podrá pedir absolutamente lo que quiera; de esta forma recuperaría sus ocho vidas anteriores y así no estaría siempre asustado pensando que puede morir en cualquier momento. Pero para conseguir ese Último Deseo tendrá que lidiar con su exnovia Kitty Zarpas Suaves, que se la tiene jurada por su falta de compromiso, y con dos villanos de tomo y lomo, Ricitos de Oro y sus Tres Ositos (que componen un peculiar clan cazarrecompensas), y Jack Horner, que no se lo pondrán nada fácil...
La película, con la buena calidad de dibujo digital típica de DreamWorks (recordemos que, por ejemplo, la serie de Shrek es original de este estudio), resulta imaginativa y bastante creativa. Curiosamente, tiene sus mejores bazas, como solía ocurrir con los clásicos de su rival Disney, en sus villanos, en especial el personaje de Jack Horner, inspirado evidentemente en el legendario niño glotón comedor de tartas de ciruelas, que aquí está representado como un zagal malcriado totalmente falto de compasión y empatía, un gigantesco niño caprichoso que no valora nada de lo mucho que tiene y que ansía poseer toda la magia del mundo, un villano además dotado de algunos llamémosles “ayudantes”, uno de corte belicoso y tremendo, un ave fénix que es como un dragón flamígero, y un Pepito Grillo cuyos buenos consejos este rapaz impresentable se pasa por el arco de... la tarta de ciruelas.
Por el contrario, el personaje protagonista, el Gato con Botas, está más matizado: es un tipo con mucha cara dura, pero también, en el fondo, un pelanas que sin su colchón de vidas se vuelve un temeroso compulsivo; y también será un individuo que, llegado el momento, sabrá priorizar lo realmente importante, lo verdaderamente trascendente. Otro de los personajes positivos es el de Perrito, que gana irremediablemente el aprecio del espectador, un animal que lo pasó fatal en su familia pero al que ese maltrato, sin embargo, no afectó a su carácter, que siguió siendo tan bonancible como siempre; para nuestro gusto es el mejor, un perrillo deliciosamente confiado, que carece de colmillo retorcido, todo lo contrario de lo que el tiempo actual ha impuesto en los personajes de dibujos animados, sean animales o no.
Hay, es cierto, salvo el rol del Perrito, tan milagrosamente bueno, una mirada malévola sobre los personajes de cuentos, incluso sobre el perdonavidas del Gato con Botas que en el fondo no deja de ser un trasunto de esos humanos que van por la vida arrollando (a veces literalmente...) a los demás, como si ellos tuvieran más derechos que el resto de sus prójimos.
La película, dirigida por Joel Crawford y Januel Mercado, ambos todavía con una corta carrera como realizadores, pero apuntando interesantes maneras, consiguió prácticamente reeditar la misma carrera comercial que la primera parte de la que podría ser franquicia, multiplicando por cinco su presupuesto, así que no sería raro que en un futuro más o menos próximo (quizá no haya que esperar 11 años...) tengamos nuevo capítulo. Eso sí, esperamos que no se dejen en el tintero (quiero decir en el disco duro...) el delicioso personaje de Perrito...
(27-09-2023)
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