Pelicula:

Lothar Mendes fue un cineasta alemán (Berlín, 1894 – Londres, 1974) que tuvo dos partes bien diferenciadas en su carrera: la primera tuvo lugar en su tierra de origen, y también en Austria, países en los que rodó sus películas entre 1921 y 1926; la segunda transcurrió en los Estados Unidos, donde emigró, con un pequeño paréntesis en el Reino Unido, de donde marchó en 1939 cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. No fue un cineasta especialmente dotado, más bien un buen artesano que ponía en escena con pulcritud y aseo los guiones que le eran encomendados.

El hombre que podía hacer milagros tiene como rara cualidad el hecho de que su guion está escrito directamente por H.G. Wells, el gran escritor de anticipación, uno de los grandes nombres de la literatura fantástica. Aunque la obra literaria de Wells ha sido repetidamente llevada a la pantalla, grande o pequeña, no fue habitual que el propio escritor redactara el guion de una película, como sí sucedió aquí.

La película se inicia con el diálogo entre tres seres angelicales, tres deidades celestiales que hablan sobre los seres humanos que habitan el planeta Tierra. Uno de ellos, que se muestra favorable a ellos, decide hacer la prueba de darle todo el poder del Universo a un mortal, a un hombre, para ver cómo gestionarían los humanos esa facultad absoluta. El elegido es un tipo normal y corriente, George, que pronto, cuando se da cuenta del poder que, inesperadamente, le ha sido conferido, empezará a utilizarlo, aunque busca consejo para darle el mejor uso posible...

Lo cierto es que, con independencia de lo irremediablemente simpática que cae El hombre que podía hacer milagros, lo cierto es que son evidentes sus deficiencias. Wells, reputado escritor y hombre visionario, no dominaba sin embargo demasiado las técnicas de guion, y este resulta reiterativo y deslavazado; Lothar Mendes lo sigue pulcramente, sin alharacas, haciendo quizá en exceso hincapié en los ya entonces anticuados trucos de “paso de manivela”, descubierto por error por Méliès allá por 1896. Recordemos que el “paso de manivela” o “stop motion” consiste en rodar una imagen, parar la cámara, sustituir o modificar lo que se tiene en cuadro, y rodar de nuevo, con lo que el efecto que se obtiene en pantalla es como si se hubiera producido un cambio instantáneo en la imagen.

Late, por supuesto, un tema de mayor enjundia al fondo, la posibilidad, o no, de que el ser humano pueda acceder a poderes sobrenaturales, a poderes para los que puede que no esté preparado. El hecho de que la libertad individual, el libre albedrío, quede al margen de ese poder omnímodo, no deja de tener su interés: para Wells, efectivamente, esa parcela del ser humano queda preservada de cualquier capacidad de persuasión invasiva externa. Ya sabemos que, lamentablemente, eso no es así (véanse las técnicas de manipulación de masas que se han utilizado y se siguen utilizando hoy día), pero no deja de ser un mensaje humanista tan esperanzado como, me temo, erróneo.

Película agradable entonces, resulta evidentemente superior al remake libérrimo que, con el título de Absolutamente todo (2015), se marcó Terry Jones muchos años después, donde los efectos especiales digitales eran abrumadoramente mejores que los toscos de esta dramedia wellsiana, pero sin la gracia, la sencillez y el encanto de esta El hombre que podía hacer milagros.

En el reparto destaca Roland Young, por aquel entonces muy popular en su país, pero sobre todo sir Ralph Richardson, en un personaje, un juez conservador y recalcitrante que habrá de intentar que el joven omnipotente no ponga patas arriba su mundo de siempre. Curiosamente, Richardson contaba entonces 34 años, siendo más joven que el protagonista, a pesar de lo cual, con afeites y una interpretación muy graciosa, conseguía el efecto de parecer mucho mayor que este.

(19-01-2020)


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82'

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El hombre que podía hacer milagros - by , Jan 19, 2020
2 / 5 stars
El hombre omnipotente