Pelicula:

Aunque Alfred Hitchcock había empezado a dirigir en 1922, con solo 23 añitos, que ya es precocidad, lo cierto es que la fama internacional de la que muchos años después gozaría tardó en llegarle. Sus películas de los años veinte fueron todavía dubitativas y en busca de su propia voz, aunque en alguna, como Chantaje (1929), su primera cinta totalmente sonora, ya apuntaba maneras sobre el tipo de cine que le interesaba. En los primeros años treinta fue cincelando su estilo y fogueándose en la puesta en escena, consiguiendo su primer gran éxito precisamente con esta El hombre que sabía demasiado, un éxito que quizá le empujó, 22 años más tarde, a volverla a filmarla, ya en color, con igual título y parecido argumento.

Esta versión de 1934 se convertirá en la primera película de Hitchcock que triunfó fuera de sus fronteras, y a la postre sería la primera cinta que llamó la atención de los productores de Hollywood, aunque sir Alfred todavía tardaría varios años en dar el salto al otro lado del charco, con la mítica Rebeca (1940), su primer film en los USA.

La historia se inicia en los Alpes suizos, en la estación de Saint Moritz. Vemos al público presenciando los saltos de esquí con trampolín; en el curso de uno de ellos, a la niña Betty, una de las espectadoras, se le escapa el perrito, y al ir la niña a por él, el saltador está a punto de arrollarla, aunque la cosa se salda con un revolcón del saltador y poco más... Los padres de la niña, el matrimonio Lawrence, son Jill y Bob; la familia inglesa está de vacaciones en la localidad suiza. Más tarde, ya en el hotel, en un baile que se celebra en el salón, alguien dispara a Louis, un amigo de Jill; antes de morir en sus brazos, este le confía un secreto que debe comunicar a las autoridades británicas. Pero cuando el marido, una vez que ha conseguido recuperar la nota que revela ese secreto, está dispuesto a informar del mismo, les llega un aviso de que alguien ha secuestrado a su hija y, si quieren volver a verla, no deben informar del mismo... acongojados, deciden seguir esa instrucción y marchan a Londres, donde tendrán que lidiar con las autoridades, que sospechan que ellos tienen un mensaje importante para el país (Louis era un espía británico), pero también con los secuestradores: todos quieren esa nota, que es también la única garantía de vida para la pequeña Betty...

No deja de ser curioso porque este Hitchcock aún un tanto primitivo cometía errores que el Hitch posterior no se hubiera permitido, como una primera escena en los saltos de trampolín realizada de una manera bastante chapucera, con un montaje para simular el accidente del saltador que, ciertamente, produce vergüenza ajena, de lo mal hecho que está; tampoco en el asedio final a la casa donde está la niña se puede decir que el futuro Mago del Suspense anduviera fino.

Eso sí, al comienzo veremos (después la cosa se pone más dramática) el típico humor hitchcockiano, que sería quizá una de las primeras características en aflorar en su estilo, en este caso un poco de lucha de sexos, muy suave y light, con una serie de gags divertidos, incluyendo uno puramente visual, en el baile del hotel (previo al asesinato de Louis), con un jersey de punto gamberramente deshilado para enredar a las parejas danzantes entre sí. Otra de las peculiaridades hitchcockianas que ya aparece es el gusto por los planos detalle sobre objetos que serán determinantes en la intriga. También hay cierto movimiento de cámara, algo que irá a más, llegando al virtuosismo, en la posterior filmografía del cineasta londinense.

Es verdad que formalmente todavía se ve a Hitch como un narrador bastante envarado, en una historia algo acartonada aunque ciertamente resultona, un tanto elemental, es cierto, pero efectiva. Lógicamente, esta primera versión fue más endeble que la posterior de 1956, donde Hitch ya dominaba todos los recursos cinematográficos y estaba en la cima de su fama. También se diferencia en varios tramos de la narración, entre ellos en el comienzo, que aquí se desarrolla en la suiza Saint Moritz, mientras que en la de los años cincuenta transcurre en Marruecos.

La peli está totalmente rodada en estudio, como era lo habitual en la época, y juega con una estética que se podría calificar de expresionista (y es que Hitch estaba en aquellos tiempos muy influido por este fenómeno), con un interesante juego de sombras y luces

El momento cumbre del film (también de la versión de 1956) es, por supuesto, el concierto de música clásica (concretamente la Cantata de las Nubes de Tormenta, de Arthur Benjamin) en el Albert Hall de Londres, en el que se prevé ocurra cierto asesinato, que los malos van a hacer coincidir con el gong que sonará en un momento determinado de la ejecución de la obra musical, para que el disparo pase desapercibido. Con una bien trenzada escena de tensión y suspense, con un montaje hecho muy en corto para dar sensación de velocidad acelerada, Hitch utiliza también en el momento álgido uno de esos trucos que le haría famoso: a la protagonista, por la emoción, se le nubla la vista con las lágrimas, a la par que el cineasta también nublará el plano, como si estuviéramos viendo la imagen a través de la mirada de Jill.

Sin llegar a ser uno de los grandes films de Hitchcock, ni tampoco de los medianos, esta primera versión de El hombre que sabía demasiado tiene, sin duda, un cierto encanto naif, y la intriga que presentaba a los públicos de la época, enrevesada pero fácil de seguir, además con elementos emocionales como el secuestro de la hija de los protagonistas, es comprensible que en su momento hiciera que la película tuviera un notable éxito internacional.

De los intérpretes, aparte del dúo protagonista, Leslie Banks y Edna Best, que hacen su trabajo correctamente, nos gusta mucho la composición de Peter Lorre, que hacía unos villanos estupendos: este es uno de ellos...

(23-01-2025)


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75'

Año de producción

El hombre que sabía demasiado (1934) - by , Jan 23, 2025
2 / 5 stars
Una versión con un encanto naif