No es la primera vez, ni será la última, que el tema del día de los muertos que tanto se celebra en México sea motivo para aparecer en una película, aunque sea de pasada como ocurría en Bajo el volcán (1984), de John Huston y alguna más que no se nos viene a la mente. En El libro de la vida se vuelve a tocar, ya que se trata de un film de animación norteamericano producido por Guillermo del Toro y como mexicano ambienta esta historia en su tierra, de igual procedencia que su director Jorge R. Gutiérrez, que aporta en el guion algunas vivencias personales y familiares de su infancia.
El día de los muertos no es que sea la base pero sí su filosofía de que mientras recuerdes a tus seres queridos ya desaparecidos, seguirán vivos en nuestros corazones. Mary Beth guía a un grupo de niños en un museo y allí les muestra el libro de la vida que trata sobre la amistad y el amor y les cuenta una historia que sucede en ese día del 2 de noviembre en el pueblecito de San Ángel en donde dos personajes apuestan entre sí. Son Catrina, que es la reina de la Tierra de los recordados, mientras que Xibalba domina a su pesar la Tierra de los olvidados. Cada uno apuesta por quién de los dos, Manolo o Joaquín, se llevará el amor de María.
La historia se desarrolla entre la vida real y estos mundos fantásticos paralelos llenos de maravillosos colores. Las peripecias de ambos es lo que constituye este relato en el que el pueblo de San Ángel se ve amenazado por el cruel bandido Chakal y tendrán que intentar defenderlo con las armas o de otra manera. A Manolo le gusta cantar y tocar la guitarra, pero su padre, que viene de una tradición taurina, desea que sea el mejor torero del mundo, aunque él está en contra de la violencia y la muerte y no quiere ni matar al toro. En cambio Joaquín, cuyo padre es militar, seguirá la tradición familiar convirtiéndose en un condecorado soldado. Para él la mujer está para dar satisfacción al hombre, lo que desagrada a María. Las técnicas de cada uno son muy diferentes para llegar al corazón de ella, como lo son las de animación digital cuyos personajes parecen marionetas de madera, muy original y distinta.
La cinta tiene una trama ingeniosa, tanto en lo narrado como en los escenarios en los que se desarrolla esta aventura, bastante recargados y coloristas como suelen ser las fiestas mexicanas, adornada con temas folklóricos, canciones modernas y otros basados en creaciones clásicas de Verdi, Beethoven, Bizet, etc. o de Morricone.
Interesante diseño de los personajes inspirados en la artesanía tradicional mexicana, hechos a base de madera, con movimientos articulados que resultan curiosos. Finalmente Joaquín aprende que ni retirada ni rendición, que el verdadero heroísmo es ser generoso y Manolo a superar su peor miedo "ser fiel a sí mismo y que el amor nunca muere", son las conclusiones últimas que se sacan de esta película que por su tema no la vemos apropiada para los más pequeños, ya que seguro les interese poco temas como el amor y la muerte, con algún personaje macabro, más bien es para los adultos que apreciarán mejor la originalidad de esta historia y sus personajes.
Está dirigida por el animador mexicano Jorge R. Gutiérrez que ya hizo un corto, Carmelo (2000), sobre un niño que deseaba ser torero, quien debuta con este largo, que lleva a buen ritmo. Fue nominado a los Globos de Oro en el apartado de animación.
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