El extraordinario cine que Buster Keaton hizo durante la década de los años veinte (su mejor etapa) confluye en 1926 en su obra maestra, esta El maquinista de la General que es el compendio de todas las virtudes de su cine. Para la ocasión le acompañó en la dirección Clyde Bruckner, que fue guionista de algunos de sus mejores filmes de la época, como Tres edades, La ley de la hospitalidad, El moderno Sherlock Holmes, El navegante y El cameraman. Ambos, en estado de gracia, alumbraron esta divertidísima historia ambientada en plena Guerra de Secesión americana.
El protagonista, Charlie, es maquinista en un Estado del Sur; su locomotora se llama La General. Corteja a una joven, pero cuando la guerra estalla contra el Norte, el padre y el hermano de la bella se alistan, viéndose impelido Charlie a hacerlo también para satisfacer a su novia; pero no es aceptado, considerándose que es mucho más valioso como maquinista que como carne de cañón, quiero decir soldado. La bella cree que no se alista por cobarde y rompe el compromiso; tiempo más tarde la chica acude a ver al padre herido, siendo transportada por un convoy que conduce Charlie con La General; los nordistas secuestran el tren, y con él a la ex novia. El maquinista tendrá que recuperar a la locomotora y a la guapa, para lo que tendrá que traspasar las líneas enemigas…
Hay una lectura mitológica evidente: Charlie, como Orfeo, tendrá que entrar en el Hades, el infierno de cualquier sudista (la zona nordista del país en guerra) para recuperar a su Eurídice, aunque ésta tenga las formas notablemente redondas de las bellezas de la época. Pero hay otros elementos de interés: la continua lucha de Keaton contra cualquier tipo de maquinaria o utensilio, uno de los ejes de su comicidad, aquí está llevado al paroxismo, con escenas excepcionales como la del cañón cargado que se posiciona contra el propio protagonista, o la espada cuya hoja se le desprende cada dos por tres, con cómicas consecuencias (y a veces con resultado inesperadamente favorable…).
El personaje de Buster Keaton tendrá que luchar contra el enemigo y también contra su propia inepcia con máquinas, en un filme dotado de un ritmo irreprochable, donde no hay descanso y donde cada nueva pirueta es más complicada que la anterior.
Con notable manejo de la profundidad de campo (eso que Orson Welles llevaría a su máxima expresión en Ciudadano Kane, quince años después…), El maquinista de la General es una obra maestra del cine de comedia y aventuras, una modélica película en la que todo ensambla como debe, desde la historia del endeblito que se sobrepone a sus carencias físicas a base de ingenio para conseguir el amor de su amada (y recuperar su locomotora, a la que no sabemos si quiere más…), hasta la trepidante acción a lomos de los caballos de hierro (vulgo ferrocarriles), con perfecta composición visual y exacta interpretación de los actores y actrices. Un goce absoluto.
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