El motín del Caine

Edward Dmytryk, cineasta nacido en Canadá pero de ancestros ucranianos, creció en Estados Unidos, nacionalizándose norteamericano ya adulto. En los USA desarrolló hasta finales de los años cuarenta una feraz obra que incluyó algunos títulos justamente célebres, como los films de cine negro Historia de un detective (1944) y Encrucijada de odios (1947). Encarcelado a finales de esos años cuarenta por el Comité de Actividades Antiamericanas que comandaba el senador McCarthy, por formar parte de los llamados Diez de Hollywood, pidió meses después volver a declarar ante el Senado, confesando entonces haber pertenecido brevemente al Partido Comunista Americano en los años cuarenta y acusando a varios compañeros de formar parte del mismo. A partir de ese momento Dmytryk se convierte en un apestado en Hollywood, a pesar de lo cual pudo seguir realizando una carrera de cierto nivel, aunque bajando sustancialmente en calidad con respecto a lo que hasta entonces había dirigido.

Sobre la obra teatral homónima de Herman Wouk, Dmytryk llevó a la pantalla la historia de un capitán de la Armada norteamericana con serios problemas psíquicos, que llevarán a sus oficiales a relevarle del mando en circunstancias críticas. Después llegará  el juicio por rebelión, con los oficiales amotinados como acusados.

Filme sólido y honesto, lo más interesante resulta ser su reparto: al margen del gran Humphrey Bogart, en un papel de antipático que el mito borda, habrá que reseñar a  actores tan sólidos como Van Johnson,  Fred MacMurray (memorable en la espléndida Perdición), y al inolvidable José Ferrer de Moulin Rouge, el biopic sobre Toulouse Lautrec que John Huston llevó al cine.