El principio de Arquímedes

Tan honesta como ingenua, tan honrada como simplista, El principio de Arquímedes se encuadra perfectamente en el cine de su autor, el guionista, productor y director español Gerardo Herrero, un cineasta que gusta de historias contemporáneas y que recientemente nos había dado El misterio Galíndez y El lugar donde estuvo el paraíso, aunque el antecedente más claro de este último estreno sería otra cinta suya, de 1999, Las razones de mis amigos.

De nuevo estamos ante protagonistas entre la juventud y la madurez, gente urbana integrada en una dinámica laboral que arruina su existencia y la de sus hijos, si bien le permite tener buenos pisos, buenos coches, buenos colegios, buen nivel, pero en absoluto felicidad ni buen vivir. Estos dos matrimonios protagonistas, ambos con un hijo, hace una doble pareja pero equivocadamente acoplada. Los acontecimientos que se desarrollan acabarán por unirlos adecuadamente, en una resolución que apunta ese simplismo e ingenuidad antes citado: los dos idealistas y rebeldes, frente a los arribistas y trepadores.

Lástima que a estos componentes sentimentales e intimistas se sobreponga una intriga laboral un tanto forzada, también con buenos y malos, que no termina de encajar adecuadamente. Un buen equipo interpretativo, con la presencia ineludible de Marta Belaustegui en el cine del director y productor Gerardo Herrero, da credibilidad a El principio de Arquímedes, una película correcta, que cae bien a pesar de sus limitaciones y en donde al final los buenos resultan ser los sindicalistas. Como para creérselo.