El sastre de la mafia

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De Graham Moore se puede decir eso tan español de que lo suyo fue “llegar y besar y santo”. Nacido en Chicago en 1981, de familia de abogados de prestigio, se decantó sin embargo por las letras, iniciando una carrera como novelista con The sherlockian, publicada en 2010. A la vez probó suerte en el cine con su primer guion, el de The imitation game (Descifrando Enigma), que se convirtió enseguida en objeto de deseo por parte de las productoras norteamericanas, encabezando a principios de los años diez de este siglo XXI lo que allí se conoce, en la jerga de Hollywood, como la Lista Negra, los guiones más apetitosos aún no llevados a la pantalla.

Efectivamente, con dirección del noruego Morten Tyldum, la película se rodó y finalmente se estrenó en 2014, con notable éxito tanto de público como, sobre todo, de crítica, siendo nominada a ocho Oscars, aunque el único que se llevó la estatuilla fue precisamente el recién llegado Graham Moore por su estupendo guion, un auténtico bombón, la verídica historia de Alan Touring, matemático inglés de altísimo nivel a la vez que horrible persona en cuanto a las relaciones sociales, un Asperger de libro que consiguió descifrar la intrincada clave nazi de las comunicaciones secretas del Tercer Reich, lo que permitiría salvar millones de vidas y adelantar el final de la Segunda Guerra Mundial, poniendo además las bases sobre las que, con la compleja máquina que creó para desentrañar esas claves, nacería posteriormente la actual informática que gobierna nuestras vidas. En “premio” a tan enormes servicios a la causa de la Humanidad, Touring, homosexual, fue condenado penalmente en su país por prácticas habituales en su condición sexual y, a la postre, impelido al suicidio.

Ahora, lógicamente con el aval de ese merecido Oscar, Graham Moore debuta en la realización cinematográfica con esta agradable El sastre de la mafia (por una vez, el título español nos parece bastante mejor que el original, The outfit, que sería algo así como “el traje”, “la vestimenta” o “el conjunto”, en cualquier caso títulos muy endebles), también con guion propio, con el concurso en este caso del actor Johnathan McClain, que es, además, poeta.

La historia se ambienta en Diciembre de 1956 en Chicago. Conocemos a Leonard, sastre de la vieja escuela, formado en corte y confección en la afamada Savile Road, la calle con mayor número de alfayates de ringorrango por kilómetro cuadrado de Londres. Una tragedia familiar le hizo cruzar el charco e instalarse (con una vista de lince...) en Chicago, en los años cincuenta, cuando la mafia domina la ciudad desde los tiempos del ya entonces afortunadamente difunto Al Capone. Allí Leonard tiene una vida tranquila cortando sus trajes, con la ayuda de su asistenta, la joven Mable, pero desde hace tiempo consiente de mala gana que en su trastienda exista un buzón controlado por uno de los grupos de la mafia irlandesa, a cuyo mando está Roy, un viejo pero peligroso gánster que fue el primer cliente del sastre cuando llegó a Estados Unidos, motivo por el que le guarda cierta consideración. Pero el hijo de Roy, Richie, una mala bestia, es bastante distinto de su padre, y cierta noche llega a la sastrería, junto al sicario Francis, con una herida de bala en el vientre...

Pertenece El sastre de la mafia a ese tipo de thrillers que te ganan por su historia, por lo que te cuentan, por una narrativa en la que tendremos a unos tipos crueles con tendencia a tirar de gatillo y después preguntar, y otros personajes teóricamente más desvalidos, que tienen todas las papeletas para ser las siguientes víctimas de los malos. Pero claro, lo mejor de estas historias es que no todo es lo que parece... No hace mucho vimos un notable film, La entrega (2014), del cineasta belga flamenco Michaël R. Roskam, en el que había una historia también con paquetitos mafiosos que terminaba de forma bastante inesperada. De eso se trata, al fin y al cabo, en este tipo de films, de captar nuestra atención, situar la acción en unos términos más bien complicados (por decir algo...) para nuestros indefensos protagonistas, y ver cómo nos pueden sorprender con algunos giros de guion adecuadamente colocados en la trama. Esos giros de guion, hay que decirlo pronto, están bastante bien urdidos, sin forzar demasiado la coherencia, la lógica interna de la historia; quizá el último de esos giros sí esté un tanto pillado por los pelos, pero ciertamente era necesario para que ese último desenlace cuadrara con el sentido de la trama y permitiera una resolución acorde con lo que se nos ha estado contando.

Realizado por Moore, en su primera puesta en escena cinematográfica, sin demasiado estilo pero con una funcionalidad que conviene a la historia, que es aquí lo fundamental del film por encima de la forma, El sastre de la mafia resulta ser un agradable artefacto de intriga con algunos toques hitchcockianos (ese baúl donde esconder un fiambre, a la manera de La soga), que funciona razonablemente bien y mantiene perfectamente la atención del espectador, enganchado a la historia de este sexagenario que tiene todas las papeletas para salir seriamente perjudicado del embrollo en el que se ha visto implicado, aunque quién sabe...

La película tiene una de sus mejores bazas en la interpretación de un Mark Rylance que, desde que ganó el Oscar por su impactante composición en El puente de los espías (2015), sale a interpretación magistral por film en el que actúa. Es curioso el caso de este actor, que de joven no era nada del otro jueves, pero al que la madurez le ha sentado estupendamente; aquí hace toda una creación, y su frase “un hombre y sus tijeras” terminará teniendo un significado especial, no solo por ser la herramienta que da sentido a su existencia, sino porque, en última instancia, tal vez le salve la vida. El resto de intérpretes están correctos; por citar a alguno, nos gustó bastante la elegancia y carisma de Nikki Amuka-Bird en su papel de La Fontaine, la jefa de la mafia francesa de la ciudad, en un papel corto pero sustancioso.

(24-5-2022)