El silencio del pantano

El silencio del pantano parece tener su germen en el éxito casi simultáneo de dos recientes series televisivas. Por un lado, El ministerio del tiempo, serie de Televisión Española, en la que ejerció las funciones de realizador en varios capítulos el avilesino Marc Vigil y tenía un papel protagonista Nacho Fresneda; por otro lado, La casa de papel, serie sobre un muy ingenioso atraco en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, en Madrid, que emitió en sus dos primeras temporadas Antena 3, para después pasar a Netflix, que ha producido la tercera, todas ellas con notabilísimo éxito de público internacional a través de la conocida plataforma bajo demanda, de la que toma al actor Pedro Alonso, quien tenía un fascinante papel en la serie, el atracador conocido como “Berlín”, que aquí retoma de alguna forma, aunque con evidentes variantes.

Valencia, en nuestros días. La acción la narra en primera persona “Q”, un escritor de éxito, que hace una lectura pública en una librería de su última novela. El escritor nos revela que los asesinatos que aparecen en las tramas de sus obras, tan celebradas por púbico y crítica, están basados en hechos reales por él protagonizados… Tras filosofar sobre el pantano en el que se cimenta Valencia, en el que proliferan las anguilas y las cañas, metáfora de los tipos humanos que medran en ella, asistimos al secuestro y encierro de Ferrán Carretero, el catedrático de Economía aplicada de la Universidad, exconseller de la Generalitat valenciana e imputado en una causa por corrupción. A partir de ahí, los acontecimientos se precipitan…

Vigil hace con este su primer largometraje de ficción para pantalla grande. Antes había sido realizador de un buen puñado de series televisivas, generalmente muy populares, como Aida, Águila Roja, Vivir sin permiso y Vis a vis, aunque también ha petardeado con algunas, como Gominolas y la reciente Malaka. Se le nota que en su primer trabajo cinematográfico se ha esforzado en esmerarse, en hacer una dirección personal y brillante. Lo consigue parcialmente, y ello se debe a que el guion no es precisamente una maravilla, enzarzado en jugar con clichés y lugares comunes, un guion del que son autores Sara Antuña y Carlos del Pando, ambos demasiado curtidos en series televisivas como para ahora ser originales, si bien es cierto que el material de partida, la novela homónima del escritor valenciano Juanjo Braulio, publicada por Ediciones B en 2015, tampoco es que sea El halcón maltés, y perdón por la forma de señalar...

Así las cosas, queda un thriller apañado, más televisivo de lo que seguramente hubiera deseado Vigil, con un final irritante en su puerilidad y elementalidad (aunque parezca creerse el summum de los finales...), y algunos apuntes sobre corrupción política y policial, que ciertamente no dicen mucho más de lo que ya conocemos “ad nauseam”: la prensa ya se ha encargado de contarlo todo sobre los chanchullos económicos y execrables contubernios que se han dado en la Comunidad Valenciana en las últimas décadas.

Pedro Alonso hace un personaje no demasiado lejano a su célebre “Berlín” de La casa de papel, que le ha hecho famoso cuando ya está más cerca de los cincuenta que de los cuarenta “tacos”, un actor que lleva en la profesión un cuarto de siglo y al que el éxito le ha sonreído ahora. Es inevitable verlo aquí en ese mismo personaje, aunque guionistas y director se esfuerzan en marcar algunas diferencias (no demasiadas, no vayamos a perder la referencia que se buscaba...): este no es tan volcánico, tan sanguíneo, tan mal bicho como “Berlín”, pero sí tan inteligente y en buena medida tan tortuoso. Del resto nos quedaríamos con un Nacho Fresneda, en este caso con un personaje muy distinto al que tiene en El ministerio del tiempo, y con una Carmina Barrios que da muy bien el papel de bragada matriarca gitana, jefa del cártel de la droga en la ciudad. Y, claro está, una de nuestras debilidades dentro los actores de carácter del cine español, Luis Zahera, que aquí compone un taxista peculiarísimo, un personaje tan demoledoramente desagradable que parece patrocinado por Uber y Cabify juntos para desincentivar el uso del taxi...

(16-11-2019)