Tras su fracaso con La historia de un hombre ridículo (1981), que ciertamente se correspondía con su estúpido título, Bernardo Bertolucci se toma un largo tiempo de descanso, cinco años, en el transcurso de los cuales especula con adaptar Cosecha roja, la famosa novela de Dashiell Hammet, para en 1987 realizar finalmente la biografía del último monarca chino, la historia de un hombre atrapado por su destino, elevado al trono cuando apenas contaba tres años de edad, en el país más populoso del mundo, con una férrea defensa de sus tradiciones que le confinará durante buena parte de su vida en el Palacio Imperial.
Bajo pabellón fundamentalmente británico, con producción de Jeremy Thomas como en varios de sus títulos posteriores, El último emperador, rodado en los mismos maravillosos interiores en los que vivió el soberano Puyi como en una jaula de oro, obtuvo nada menos que nueve Oscars de Hollywood, incluidos los dos más importantes, Película y Dirección.
Formalmente excepcional, en el fondo late la melancolía de un hombre más allá de la propia voluntad: la razón de Estado contra la razón del individuo. Excelente en el papel principal John Lone, actor chinoamericano de raro carisma, y aceptable Peter O'Toole como el preceptor occidental del dios vivo; también aparece, en su faceta de actor, en un papel secundario pero sustancioso, el compositor japonés Ryûichi Sakamoto, autor a su vez, junto a David Byrne y Cong Su, de la espléndida banda sonora de la película, que también fue galardonada con un Oscar.
(13-09-2004)
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