Atom Egoyan es hogaño el cineasta canadiense (aunque tiene también raíces egipcias y, sobre todo, armenias) de más prestigio en el mundo del cine. Sus películas han ido configurando un estimable discurso sobre el dolor, sobre la pérdida de la inocencia, sobre la desolación de vivir.
Ésos son también los temas recurrentes en su último filme, El viaje de Felicia que presenta la historia de una joven irlandesa, preñada por su novio, soldado en el Ejército británico, y su relación con un peculiar sacamantecas, un sibarita que ejerce su oficio de gourmé, atormentado y traumatizado por una infancia de niño psicológicamente castrado por una madre superabsorbente.
Esa relación amor/odio de su infancia la revivirá años más tarde, en la madurez, con chicas jóvenes, generalmente marginales, a las que irá "pasaportando" al otro mundo (de forma muy aseada, que para eso es un caballero...). Pero la irlandesita le romperá los esquemas.
Cine de densidad y calado nada desdeñable, puede interpretarse la nueva película de Egoyan como un cuento cruel, como una versión libérrima de Caperucita y el Lobo. Con momentos espléndidos y un "tempo" majestuosamente pausado, y siendo un filme ciertamente notable, no llega el canadiense a la altura de su anterior El dulce porvenir, ni, desde luego, de su obra maestra, la hipnótica y lacerante Exótica.
Muy matizado el trabajo de Hoskins, del que ya conocemos su extraordinaria calidad. Menos sabida es la intensidad interpretativa de la jovencísima Elaine Cassidy, que borda el papel de la chica, casi una adolescente, desarbolada por el repudio paterno, la desaparición del hombre amado, el encuentro con el Hombre del Saco con pajarita.
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