Algún día habría que hacer un censo de los realizadores españoles, haciendo mención de la profesión o titulación que obtuvieron en su momento y de qué forma después derivaron hacia el cine. José María Elorrieta, director de “Esa pícara pelirroja”, era abogado, y el destino le llevó a realizar películas desde 1946. En su nada distinguida filmografía abundan los títulos sin interés de casi todos los géneros; Elorrieta ha hecho comedias, “western-chorizo”, terror, policíacos de ínfimo fuste, siempre con nulo talento, y tal vez la justicia española perdió con su defección a un gran abogado, pero lo que sí parece claro es que el cine no ganó a un gran director.
“Esa pícara pelirroja” es una comedieta de enredos, previa al descubrimiento por parte de Ozores y otros aventajados contemporáneos del filón del “españolito salido busca vikinga mollar y supuestamente complaciente”. No tiene, por tanto, ni siquiera el morbo de situaciones más o menos picantonas. Un potente industrial catalán envía una cesta de flores a sus futuros socios suizos. El error inevitable lleva la cesta a manos de una actriz que está rodando un musical, lo que se aprovechará para esquivar otra vez a los acreedores. Hablando con meridiana calidad: nulo interés.
Junto a la escultural Ethel Rojo, actriz que gozó de cierto predicamento durante la década de los sesenta, un grupo de actores de extracción teatral, como Ismael Merlo, o el siempre desaprovechado Manolo Gómez Bur, junto a intérpretes a los que los nuevos tiempos prácticamente destrozaron, como Antonio Garisa. El público, siempre tornadizo, dio la espalda a este hombre que en otro tiempo fue uno de los cómicos más taquilleros.
Esa pícara pelirroja -
by Enrique Colmena,
Sep 20, 2006
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Enredo blanco
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