El tema planteado en esta “Escoria” es el de los correccionales juveniles, una de esas espinas de la sociedad moderna que no parecen tener solución. En este enrarecido ambiente, el británico Alan Clarke (forjado en la magnífica escuela de la televisión de su país) cuenta la historia de varios jóvenes que son internados en un reformatorio, y cómo han de luchar por hacerse ganar el respeto de los demás.
El director opta por la dureza, por no hacer concesiones, y la historia refleja, tal vez con algún exceso, el paisaje interior de una cárcel para menores, que no otra cosa son estos centros en los que los jóvenes delincuentes deben “regenerarse” para volver a la sociedad, pero que con tanta frecuencia son realmente caldo de cultivo donde los chicos que se encuentran fuera de la ley se perfeccionan en el conocimiento de las artes del hampa.
Entre los casi desconocidos protagonistas destacan dos: uno de ellos es Mick Ford, quien en la misma época de este rodaje interpretó una notable cinta del suizo Alain Tanner, “A años luz”, junto al viejo y formidable Trevor Howard; y Ray Winstone, quien con el tiempo se ha convertido en un actor de rostro carismático, muy apropiado para filmes bélicos, aventureros o de acción, como “El rey Arturo” o “Indiana Jones y el reino de la Calavera de Cristal”.
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