Aún faltaban cuatro años para que David Wark Griffith, que firmaba sus películas como D.W. Griffith, revolucionara el cine con El nacimiento de una nación (1915), pero la distancia que hay entre este Espadas y corazones y cualquier otro de los filmes de su primera etapa (véase, por ejemplo, el caso de A calamitous elopement) es sideral. Griffith, en esta Espadas y corazones, ya domina con aplomo los recursos cinematográficos que hasta ese momento los creadores fílmicos habían ido aportando al nuevo arte. Su película está solventemente rodada, con encuadres correctos, soltura en la cámara, incluso planos de acción resueltos con eficacia.
Desde luego, no es un filme de una temática precisamente excelsa. Se ambienta en un contexto histórico que le sería muy querido a Griffith, la Guerra de Secesión americana, en la que precisamente ubica parcialmente su mentada obra maestra, El nacimiento de una nación, territorio histórico al que volvería más de una vez.
En el caso de Espadas y corazones se trata de una endeble historia, con el hijo del dueño de una plantación de los sudistas que va a marchar al frente para luchar como oficial de la Confederación; antes la bella, rica pero taimada de turno le consigue arrancar promesa de matrimonio; otra hermosa, aunque con menos dinero que el que se está bañando, se enamora de él. Cuando el protagonista regresa supuestamente de incógnito para ver a su novia, los soldados yanquis le siguen secretamente; percatada la bella y pobre de tal circunstancia, para salvar a su amado se viste con el sobretodo del soldado sudista, monta en su caballo y hace como que huye, para despistar a los yanquis, consiguiendo después ponerlos en fuga a tiro limpio. Entre tanto, en la plantación, unos revoltosos acosan al padre del protagonista para robarle su caja de caudales; el criado negro lo pone a buen recaudo, pero cuando los malhechores se encuentran compuestos y sin caja, incendian la casa y la reducen a cenizas. Cuando el protagonista vuelve de la guerra, una vez perdida, se encuentra con que su prometida, que además de bella es tirando a traicionera, le ha dejado por un oficial del Ejército de la Unión (o sea, los enemigos de su novio…). Desolado, sin casa solariega ni amor, pronto se entera, por el criado negro, que al menos los caudales los conserva, y también de que la pobre guapa le salvó la vida cuando se travistió de él. Y fueron felices, etcétera…
Espadas y corazones, por supuesto, es una película temáticamente ramplona, muy del gusto de lo que se hacía en aquellos años diez: culebrones, dramones románticos donde se sufría mucho pero que finalmente eran recompensados con el amor (y el dinero, que eran muy materialistas…). Pero su valor estriba precisamente en poder comprobar hasta qué punto Griffith había avanzado en su caligrafía cinematográfica, cómo todo tenía ya un orden razonable, cómo se manejaba con el moderno concepto de narración fímica e incluso se permitía contar líneas argumentales paralelas. Sólo algunos años después cambiaría el mundo del cine, el lenguaje del cine, el cine mismo.
Espadas y corazones -
by Enrique Colmena,
Nov 14, 2013
3 /
5 stars
Antes de la revolución
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