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El cine polaco clásico se puede dar por concluido: muertos Wajda, Kawalerowicz y Kieslowski, con Polanski, Zanussi y Skolimowski ya entrados (o a punto de entrar) en el pelotón de los octogenarios, y además rodando generalmente fuera de Polonia (menos Zanussi, que sigue irreductible en su país natal), hay una nueva hornada de cineastas polacos que se está poniendo a los mandos de la cinematografía nacional. Es, por obvias razones generacionales, muy distinta de la clásica; sus inquietudes políticas, por ejemplo, nada tienen que ver con la de sus ancestros, al vivir ahora en una democracia plena (aunque actualmente con tics autoritarios, como es bien sabido) y no en una atroz dictadura comunista como la que gobernó el país durante casi cuatro décadas. Entre esos nuevos cineastas cabría destacar a Pawel Pawlikowski (La mujer del quinto, Ida), Jan Komasa (Suicide Room) y también a este joven treintañero, Tomasz Wasilewski, con una por ahora corta pero llamativa carrera.

Su filmografía está compuesta por tres largometrajes, incluido el que comentamos. En el primero, In the bedroom (2012), ya planteaba una peculiar historia relacionada con el sexo, con una mujer que ha huido de su vida aburguesada para sobrevivir como falsa prostituta que narcotiza a sus clientes para poder dormir en sus casas u habitaciones de hoteles. Su segundo filme, Rascacielos flotantes (2013), también estaba relacionado con el sexo, en este caso con el despertar a la homosexualidad de un joven y el triángulo que se forma con su antigua novia y nuevo novio. En Estados Unidos del Amor, Wasilewski insiste en el tema del sexo, que es evidente resulta fundamental en su obra, si bien es cierto que su acercamiento, sin ser gazmoño (el sexo cuasi explícito no le es ajeno), no tiene veleidades pornográficas sino dramáticas. Se puede decir sin disparatar que el cine de Wasilewski bucea en las necesidades sexuales del ser humano para intentar comprenderlo mejor.

Polonia, a comienzos de los años noventa. El muro de Berlín ya ha caído, y en Varsovia los antiguos comunistas habían entregado el poder a un miembro del sindicato Solidaridad, que había ganado las elecciones convocadas al efecto. El país empieza a conocer las virtudes (y los defectos…) del capitalismo occidental, y entre esas novedades está la posibilidad de acceder a temas sexuales antes inimaginables. Veremos de qué forma afecta el sexo a cuatro mujeres distintas. La primera, que monta un videoclub (con las muy vintage cintas VHS propias de la época), descubre en aquel sexo anatómico y acrobático del porno que su relación con su marido dista mucho de ser la que ella desearía. La segunda, directora de la escuela del lugar, mantiene una relación adúltera con el padre de una de sus alumnas, que enviuda repentinamente; lo que parecía ser una ocasión para que la pareja formalizara su relación, será justamente lo contrario, con devastadoras consecuencias para la mujer; la tercera, una de las profesoras de la escuela, concibe un amor intenso, torrencial, hacia una vecina, más joven que ella, hermana de la directora de la escuela; la cuarta, esa joven hermana, deseosa de dar el salto a la fama como modelo, resulta vejada y humillada por quien debería facilitar ese salto.

Tiene buena mano Wasilewski como director: es estiloso y sabe filmar con solvencia, es un cineasta con personalidad. Otra cosa es que recuerda a ratos el cine de Antonioni, un cine plagado de planos estáticos, en los que los personajes pueden entrar y salir de cuadro (a veces incluso en medio de un coito…), en lo que formalmente se parece mucho a las películas del director italiano, pero también en el fondo, pues finalmente el problema de los personajes de Tomasz no deja de ser la incomunicación, tema antonioniano por antonomasia.

No es, en sí mismo, negativo hacer cine “a la manera de”, aunque es evidente que coarta la propia personalidad. Entrevemos en Wasilewski un cineasta potente, con ideas, que más que probablemente evolucione en el futuro, mute hacia fórmulas más personales. Quizá Estados Unidos del Amor no es la obra redonda que hubiéramos querido (y él también…), pero sin duda es un filme honesto sobre sexo y personas, sobre amor y erotismo, sobre la manera en la que tenemos los seres humanos de relacionarnos, y qué difícil es, con frecuencia, que coincidamos en nuestras preferencias, en nuestros anhelos más íntimos.

Buen trabajo en general de las cuatro actrices protagonistas (los actores tienen papeles secundarios y de poca entidad). Destacaría a Magdalena Cielecka, que recuerda poderosamente a la Isabelle Huppert de hace veinticinco años, aunque sin pecas, y a quien ya vimos en Katyn (2007), de Wajda, pero también en uno de los filmes rompedores del nuevo cine polaco, The lure (2015), de Agnieszka Smoczynska.


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101'

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Estados Unidos del Amor - by , Jul 11, 2017
2 / 5 stars
Antonioniewski