Mi hermano del alma, dirigida en 1994 por Mariano Barroso, fue una de las "operas primas" más estimulantes del cine español de los años noventa. Aquella comedia dramática, con una pareja de hermanos que respondían a los roles del hombre centrado y del simpático sinvergüenza, respectivamente, con el vértice entre ambos de la esposa del primero, caló hondo en los cinéfilos españoles y descubrió a un cineasta ágil y rápido de reflejos para retratar caracteres humanos más allá del tópico estereotipado. Aquella película hizo que el productor Gerardo Herrero se fijara en Barroso y le produjera su siguiente filme (dejando aparte un interesante telefilme, Lucrecia, que el realizador barcelonés rodara para Antena 3 Televisión), Éxtasis, un muy estimable estudio sobre las relaciones paterno-filiales.
La historia nos sitúa en el peculiar mundo de tres jóvenes, dos chicos y una chica, un trío de infelices que pretenden dar un pequeño golpe, robando el establecimiento del padre de ella, para vivir la vida. Las cosas se complican y uno de ellos es detenido. Entre ellos idean entonces que Rober, el otro chico, se haga pasar por el hijo de Max, el preso, para que su padre, un director teatral de prestigio y éxito, que hace años que no le ve, le deje dinero para conseguir la libertad del encarcelado. Pero Rober pronto se siente fascinado por el padre de Max, y el sentimiento es mutuo. Finalmente, el chico tendrá que decidir entre la lealtad a su amigo o el falso padre que ha encontrado, que le depararía el bienestar económico futuro pero también el remordimiento de la traición.
No en vano la obra teatral que el (falso) padre de Rober (y verdadero de Max) ensaya en Éxtasis es La vida es sueño, de Calderón de la Barca, en el que temas tales como las decisiones a tomar en la vida, la verdad y la mentira, la ensoñación y la realidad, son fundamentales. Para el protagonista joven, Rober, el encuentro con un hombre que se convierte de improviso en el padre que nunca tuvo supone, de entrada, descubrir un mundo de bienestar económico como nunca había soñado, pero, sobre todo, le plantea la posibilidad de mantener una relación de cariño con alguien que podría haber sido, incluso que desearía que fuera su padre. El hecho de que la impostura sea conocida por el supuesto progenitor, y que, a pesar de ello, elija seguir siendo el padre ficticio, ahonda en uno de los más interesantes temas del filme, aquel que hurga en las relaciones familiares más allá de la sangre, primando la afinidad sentimental sobre la consanguinidad.
No es la película de Barroso una obra fácil de digerir, y no porque sea pesada; simplemente, habla de temas graves, aunque de una forma suave: el dilema del protagonista, moviéndose entre la fidelidad a sus amigos, que le llevará de nuevo al arroyo, o mantenerse junto al padre apócrifo, que le permitirá llegar al éxito social y económico, es de una altura moral considerable. La decisión final, tan difícil de tomar, y a la postre tan arriesgada, confirma el valor de un cineasta capaz de elegir lo más duro, aunque para ello tenga que sacrificar a su protagonista.
Como anécdota, Javier Bardem, que compone muy atinadamente uno de los dos papeles centrales, se rompió un dedo de la mano durante el rodaje de una de las primeras escenas de la película, concretamente en la secuencia del robo del supermercado, por lo que la filmación hubo de posponerse varios meses hasta que se recuperó. El trabajo de Bardem encontraba la réplica adecuada en ese monstruo interpretativo que es Federico Luppi, realmente espléndido (pero, ¿cuándo no lo está?) en su papel de padre falso que se deja engañar porque está cautivado por la fuerza y la posibilidad de tener el hijo que siempre deseó, aunque no sea realmente de su propia sangre.
Éxtasis es una película hermosa y redonda en su complejidad argumental y en su exposición narrativa. Tuvo una carrera comercial apreciable, aunque tal vez inferior a la se hubiera merecido. La Asociación de Críticos de Nueva York, en su momento, la consideró la mejor película extranjera del año, confirmando con ello los valores de una cinta heterodoxa, arriesgada y lúcida.
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