Esta película está disponible en el catálogo de Filmin.
Christopher MacBride es un cineasta canadiense de todavía menguada carrera: una serie, un corto y dos largos. El anterior a este fue The conspiracy (2012), un peculiar documental sobre las teorías conspiranoicas que coqueteaba descaradamente con algunas de ellas. Ahora, con este Flashback, confirma que lo suyo no es hacer precisamente American Pie ni La aventura de los ewoks...
El film arranca en nuestro tiempo: Fred es un treintañero con un buen trabajo como analista de datos de una multinacional; está felizmente emparejado, se acaba de mudar a un nuevo hogar, mientras que su madre parece haber entrado en un tiempo en el que ya no volverá a ser la misma, quizá por el Alzheimer u otra de las enfermedades propias de la edad. Fred, casualmente, se reencuentra con alguien de su época del instituto y recuerda los tiempos en los que, con otros chicos, singularmente Cindy, tomó una droga llamada mercurio, abreviadamente “merc”. Fred descubre que nadie sabe qué pasó con Cindy, y el joven se obsesiona con encontrarla, quizá también con volver a aquellos días en los que el chute de ese narcótico suponía lo más parecido a un rato de felicidad. Pero esa obsesión empieza a pasarle factura en su vida diaria, doméstica y laboral...
Flashback es un film ciertamente atípico: su tema es la atracción por el universo de las drogas y, dando un paso más, la posibilidad de vivir más de una vida encontrando una forma (la toma de la droga sintética mercurio, en este caso, como “macguffin” de la trama) de abrir la puerta a esos otros universos simultáneos (el mítico multiverso) en los que, supuestamente, podríamos existir a la vez. Pero hacer algo así y que resulte medianamente comprensible es algo de gran mérito que, nos tememos, MacBride no ha conseguido. Así, los tres espacio-tiempos mezclados, niñez, juventud y madurez del protagonista, están alternados con cierta pericia, pero en su conjunto la película resulta confusa, a ratos petulante, prometiendo mucho más que lo que realmente da.
Tiene, eso sí, aciertos parciales, como esos mensajes que, desordenados, le llegan al protagonista del pasado o de otro universo, mensajes que, una vez ordenados, le transmitirán información esencial para desenvolverse en el mundo real o en los otros mundos en los que puede vivir. Es también relevante la puesta en escena de esos mundos posibles, pero que sin embargo apenas se nos presenta en pantalla, con una muy interesante forma de pasar de unos a otros (algo tan simple como un dibujo o una rápida pintura del nuevo universo al que visitar, y ya estamos dentro...), pero escasamente desarrollada y, desde luego, claramente desaprovechada. En lugar de profundizar en ese tan interesante venero, Christopher prefiere el montaje ultrarrápido y sincopado de individuos de aspecto torvo, como de un mundo maléfico, mandándole mensajitos al protagonista (en los otros universos, ¿no hay Whatsapp, miarma?).
El resultado es un film irregular, intrigante y misterioso, con una atmósfera alucinada, a ratos onírica, y con una premisa argumental bastante mejor que su puesta en escena, con puntos a su favor como los descritos o una intrigante música, muy adecuada al tema, de Anthony Scott Burns, firmando como Pilotpriest. Es cierto que causa desasosiego, desazona, pero también descorazona que se haya desaprovechado un tema con muchas posibilidades, en una propuesta arriesgada muy difícil de cuadrar bien, y con un final mal explicado y confuso que terminar de rematar una peli distinta y valerosa por su planteamiento, pero quizá fallida en términos de producto global .
Aceptable trabajo actoral de Dylan O’Brien, el protagonista de la saga de El corredor del laberinto, que aquí resulta tan convincente cuando interpreta a un joven de 18 años como cuando lo hace de uno de 31, que era su edad más o menos real cuando rodó el film.
(18-07-2021)
97'