El fortísimo impacto que este Gladiator ha tenido en las pantallas de todo el mundo permite vaticinar, sin temor a equivocarse, que el género "de romanos" va a vivir una nueva época dorada, tras la que tuvo durante el período 1957-64. El responsable directo es Ridley Scott, el cineasta de films fascinantes como Blade Runner (1982)o Alien(1979), que han marcado la historia del cine, pero también de películas manifiestamente inferiores, como Black Rain (1989), o La sombra del testigo (1987).
Aquí Scott se esfuerza en realizar el retrato de un héroe, el general romano Máximo Décimo Meridio, curiosamente nacido en España (extremeño, por más señas), el hombre fuerte del emperador Marco Aurelio, íntegro y honrado, vapuleado por la vida y por el nuevo emperador, el déspota Cómodo, para cuya muerte vivirá el resto de sus días.
Esta tragedia cuasi griega del hombre impelido por su destino a convertirse en objeto del odio del omnipotente césar, está servida con vigor y credibilidad por la cámara de Scott, con grandes escenas de masas y de acción, rodadas con notable acierto, si bien el director, con buen criterio, se adentra también en los intricados laberintos del poder y la lucha soterrada entre el emperador, símbolo de la dictadura, y el Senado, abanderado del pueblo. No falta incluso el guiño sobre la famosa serie televisiva Yo, Claudio, haciendo que Derek Jacobi, el célebre actor británico protagonista de aquélla, sea aquí el senador que conspira contra el césar.
Historia sobre el honor y la tenacidad, la lealtad y el amor, el poder y sus miserias, el éxito de Gladiator reside en su capacidad de combinar hechos históricos verídicos (con sus correspondientes licencias artísticas, claro) con creíbles personajes de ficción, todo ello rebozado en un baño de adrenalina a tope. El resultado convence al espectador, que es seguramente a lo que aspiraba Scott.
(14-10-2003)
155'