CINE EN SALAS
Guy Nattiv (Tel Aviv, 1973) es un cineasta israelí afincado en Estados Unidos desde 2015. Graduado en la Camera Obscura Film School de su ciudad natal, su carrera se orientó en los primeros años hacia la publicidad, disciplina en la que ganó, a su escala, fama y prestigio. Posteriormente, a partir de principios de este siglo, Nattiv ha encauzado en buena medida su actividad laboral y artística hacia el cine, habiendo rodado desde entonces un puñado de cortos, que consiguieron premios de todo tipo, incluido el Oscar para Skin (2018), una acerba crítica del racismo. En el terreno del largometraje ha rodado hasta ahora un total de seis films, en todos los cuales se aprecia su preocupación por las injusticias, las desigualdades y el racismo en todas sus formas.
Con esta Golda, Nattiv da un giro en su carrera, al llevar a la pantalla los últimos años de vida de la que fuera poderosa primera ministra de Israel, Golda Meir, que fue llamada “la dama de hierro”, quien gobernó el país desde 1969 a 1974, tocándole, por tanto, apechar con la llamada Guerra del Yom Kipur, que tuvo lugar entre el 6 y el 25 de octubre de 1973. En ese contexto, la primera escena será la de la comparecencia de la entonces todavía premier israelí ante un comité parlamentario que estudiaba si había existido negligencia en los servicios de inteligencia que hicieron que la coalición sirio-egipcia pudiera atacar al estado judío sin que el gobierno y el estado mayor del ejército hebreo se enterara. A partir de ahí, y dando forma a las declaraciones de Meir ante el comité, conoceremos las circunstancias en las que se desarrolló aquella guerra, en la que los árabes, y en especial los egipcios, pretendieron resarcirse de la humillación recibida en la llamada Guerra de los Seis Días, en 1967, en la que el ejército judío derrotó sin paliativos a la coalición árabe, ganándole tierras prácticamente a todos sus vecinos musulmanes. Meir será entonces quien tendrá que afrontar esta nueva guerra, en la que entró en desventaja al producirse un fallo clamoroso en los servicios de escucha del temible Mossad, considerada la más eficiente (y las más despiadada…) agencia de espías del mundo, pero que en aquel suceso histórico, desde luego, quedó a la altura del betún. En el transcurso del film conoceremos las maniobras que tuvo que realizar Golda, incluida una persuasiva entrevista con Kissinger, entonces secretario de Estado del presidente Nixon, para conseguir derrotar a sus enemigos, a la par que luchaba también contra el cáncer que la consumía, con frecuentes sesiones de radioterapia que la dejaban exhausta, sesiones que se llevaban a cabo en total secreto para que la opinión pública no conociera que su máxima dirigente padecía la grave enfermedad.
Tiene Golda algunos aciertos y también otras decisiones no tan afortunadas. Ahora que se ha puesto de moda, gracias a los politicastros que padecemos, el dicho de “hacer de la necesidad virtud”, habrá que recuperarlo también para esta película, en la que Nattiv, que no contaba con medios económicos para reproducir en pantalla escenas de la Guerra del Yom Kipur, ha optado por un recurso ciertamente inteligente y muy sugestivo, darnos las batallas que tenían lugar entre los ejército israelí, por una parte, y egipcio y sirio, por otra, no de forma visual, sino auditiva: así escucharemos los audios entre los jefes de los combatientes en el frente de batalla y sus mandos en el cuartel general, audios en los que se aprecia todo el horror de la guerra, con los diálogos de los oficiales al mando en el campo de batalla y sus superiores, mientras suenan las bombas y los proyectiles que impactan en las cercanías de donde se encuentran los soldados, unos audios que ciertamente sobrecogen el ánimo más templado, transmitiendo con notoria verosimilitud lo terrible de cualquier conflagración bélica.
En el lado de los aspectos negativos, Golda se resiente de cierta reiteración en las escenas, sucediéndose quizá excesivamente las que muestran a la primera ministra en sus sesiones de radioterapia, y también las que tienen lugar en los consejos de dirección de la guerra, a veces con particularidades del país y de la época que pueden resultar extrañas a los espectadores no especialistas en los intríngulis del conflicto árabe-judío, con personajes que (al margen de Dayan y Sharon, que sí gozaron de fama internacional) son poco conocidos del público general.
Con una fotografía premeditadamente oscura del neerlandés Jasper Wolf, quizá como reflejo de los tiempos lóbregos que narra, Golda resulta ser, a nuestro juicio, un interesante retrato de una de las primeras mujeres que tuvieron poder político real en el mundo, y a la que le tocó lidiar con una de las peores crisis que puede acontecer a un país, una guerra abierta en la que, además, en los primeros días Israel llevó todas las de perder.
Por supuesto, media película es Helen Mirren, convertida, gracias a afeites y caracterizaciones, en una plausible Golda Meir; aquí Mirren, gran diva de la escena y el cine británicos, recoge el testigo de un buen puñado de actrices que han encarnado a la dignataria judía en cine, televisión y teatro; entre las primeras, Tovah Feldshuh y Valerie Harper, entre las segundas nada menos que Ingrid Bergman y Judy Davis, y entre las terceras la no menos buena Anne Bancroft. Henry Kissinger, que tiene aquí un papel relevante como el rostro del poder político, económico y militar de los Estados Unidos, es interpretado por Liev Schreiber, con un cierto problema de altura: Liev mide en torno a 190 centímetros, mientras que Henry (fallecido recién, como dicen nuestros hermanos hispanoamericanos) estaba en los 170 centímetros, así que aquí tenemos a un Kissinger tamaño “king size”… Por lo demás, Schreiber, que es buen actor, da bien el personaje, aquí pintado de forma moderadamente positiva, en contra del habitual cliché que lo describe como un personaje tortuoso, sibilino y poco recomendable en todos los sentidos…
(22-12-2023)
100'