El primer film de Manuel Gutiérrez se inscribe dentro de las características que parecen dominar en el más reciente cine español de calidad, a saber, la confluencia en la obra cinematográfica de una cosmovisión o mundo externo a gusto del productor sobre la que se inscribe otro mundo propio aportado por el realizador; de acuerdo con ciertos planteamientos –este film nos plantea en el primer grado de lectura un problema de comunicación—, la aportación del primero se caracterizaría por específicos rasgos de estilo, observables en cualquiera de sus producciones e independientemente de quien efectúe la realización, mientras que la del segundo significaría la utilización de unos temas resultado de sus personales inquietudes. En este sentido, Habla, mudita presenta el aspecto característico de los films producidos por Elías Querejeta, al que contribuye un homogéneo equipo: fotógrafo Luis Cuadrado, montador Pablo G. del Amo, compositor Luis de Pablo, etc; de alguna forma puede hablarse de genérico “look” en las producciones firmadas por Saura, Erice, Gutiérrez y otros. La inteligencia y la personalidad de los autores les servirán para aprovechar en su beneficio las estructuras de producción o, en el peor de los casos, sucumbir ante ellas.
Manolo Gutiérrez, autor de un corto anterior titulado El último día de la Humanidad, maneja ahora como base del film un argumento cuya acción se localiza en los Pirineos; en él se establecen las relaciones interpersonales de Ramiro con una joven mudita a través de un doble plano intelectivo y sensual; uno y otro quedan envueltos en el más amplio de conseguir la comunicación real y efectiva del adulto con la muchacha, como Truffaut con su doctor Itard o como Penn con Anna Sullivan. Aquí, este intelectual hastiado de una cierta civilización, con la que no se entiende y de la que poco espera, juega a purificarse en la Naturaleza mientras es capaz de oír en el canto del urogallo algo más que unos sonidos guturales arrancados por su mano de nieve a esta su persona salvaje. Don Ramiro, que ya se relaciona con el pueblo (aunque no puede confundirse con él), va descubriendo, como nosotros, la rudeza medieval de un ambiente, de unas situaciones, de unos personajes. La ingenuidad roussoniana de la mudita, el ancestral celtiberismo del hermano, la vieja sabiduría del pueblo, el consejo y la malicia celestinesca de la abuela, se combinan y entrecruzan como diversos grados de civilización existentes en el mismo lugar y en el mismo tiempo. La lúcida utilización del realismo simbólico encuentra adecuada expresión en la primera parte, aunque viene a decaer en la segunda: en ese momento, ya hemos comprobado que el naturalismo ambiental contrasta o fusiona paisanaje y paisaje.
(Este comentario crítico se publicó el día 11 de Junio de 1975 con ocasión del estreno de la película en el Cineclub Vida de Sevilla)
Habla, mudita -
by Rafael Utrera Macías,
Dec 29, 2012
3 /
5 stars
Hispánica niña salvaje
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