Pelicula:

Está visto que la saga de Harry Potter en cine, al contrario que la literaria (que cada vez se va haciendo más compleja y adulta), va perdiendo fuelle. Este cuarto episodio tiene algunos puntos de interés: las tres pruebas a las que han de someterse los campeones del Torneo de los Tres Magos son muy curiosas, pero lo son más sobre el papel (por supuesto en el texto de J.K. Rowling, pero también sobre el guión) que visto en pantalla. La del dragón quizá sea la más vistosa, resuelta con cierta pericia y creando tensión, que es lo que se supone debe hacerse.


Sin embargo, la que se desarrolla bajo la superficie del lago no tiene la grandeza terrorífica del original literario, y no digamos la del laberinto, que aquí resulta ser poco más que un bosque con ciertas apetencias carnívoras. Qué decir, entonces, de ese duelo final entre Harry y Voldemort, que en la novela de Rowling resulta espeluznante, y que en la película es pura filfa, con un Señor Tenebroso que más parece una Drag Queen venida a menos.


Ya dije en su momento que la elección de Ralph Fiennes como Lord Voldemort me parecía un error garrafal: aunque Fiennes, estimable actor, tiene en su haber un villano tan pérfido como el oficial de las SS de La lista de Schindler, aunque también el blando "psycho-killer" de El dragón rojo, lo cierto es que carece de la perfidia absoluta que debe caracterizar al mago oscuro. Su renacimiento, que en la novela está dado con una perversa grandiosidad, aquí parece que están haciendo unas sopas de ajo, en vez de recrear, con elementos humanos tales como hueso, carne y sangre, al malvado entre los malvados.


Así las cosas, habrá que decir también que la realización de Mike Newell no es precisamente afortunada, con mala planificación de algunas escenas y otras que parecen mal montadas, tal vez por exceso de metraje, pero que para ese viaje se lo podían haber ahorrado. Otros gadgets, como el pensadero, que es uno de los mejores del cuarto libro, aquí está dado de pasada, sin aprovechar sus innúmeras posibilidades.


Para terminar, todos los actores van con el piloto automático, desde el protagonista, Daniel Radcliffe, que no creo tenga una carrera medianamente digna tras terminar la saga (sus limitaciones artísticas son más que evidentes) hasta gente de la solvencia de Michael Gambon, Maggie Smith o Alan Rickman; el único que se salva es Brendan Gleeson, cuyo Ojoloco Moody era un hallazgo en la novela y también lo es en la película. Total, que la saga cinematográfica languidece...


Lo malo es que el quinto episodio, Harry Potter y la Orden del Fénix es, quizá, la novela más floja desde la segunda entrega de la serie, así que ya veremos qué hace el nuevo director escogido para ponerla en escena, David Yates, cuyo currículo no es precisamente como para estar tranquilos...



Harry Potter y el Cáliz de Fuego - by , Apr 05, 2017
2 / 5 stars
Perdiendo fuelle