Pelicula:

George Cukor, como es sabido, fue uno de los grandes directores del período clásico del cine norteamericano, la edad dorada de Hollywood, que se puede encuadrar, sin mucho margen para el error, entre mediados de los años treinta y principios de los sesenta (del siglo XX, se entiende). Ese período histórico es precisamente en el que Cukor alcanzó sus cimas, en films como Las cuatro hermanitas, Mujeres, Historias de Filadelfia, La costilla de Adán y Ha nacido una estrella. Cukor daba lo mejor de sí en los géneros de la comedia y el melodrama, pero también hizo algunos musicales de interés, como este My fair lady, versión al cine de su homónimo estrenado en Broadway en 1956, basado en la obra teatral Pygmalion, de George Bernard Shaw, con música de Frederick Loewe y letra de Alan Jay Lerner, un musical teatral que gozó de una enorme fama en su momento, y que Cukor adaptaría al cine en 1964.

La trama nos lleva al Londres eduardiano, ergo a primeros del siglo XX, a la salida de la ópera de Covent Garden, en una noche lluviosa en la que comparten la vía pública los empingorotados espectadores del recinto teatral con algunas personas de baja estofa, como la joven Eliza Dolittle, florista deslenguada que intenta vender sus flores a los atildados caballeros y damas. El exquisito profesor Higgins aparece en escena para averiguar, sin margen para el error, la procedencia en cuanto a los barrios de los pobres pelanas que intentan conseguir algún chelín de los adinerados; Higgins, al que acompaña su íntimo amigo el coronel Pickering, apuesta con éste que en un plazo de seis meses sería capaz de conseguir que la zafia florista (de la que dice que es “tan deliciosamente vulgar”) hable con toda corrección y se comporte como una auténtica dama. La apuesta es aceptada, y Eliza Dolittle se ve con ello transportada a la elegante mansión, situada en un barrio chic londinense, propiedad del profesor Higgins...

Como era de prever, la versión al cine del musical de Broadway que hizo Cukor fue solvente, con clase, elegante... las virtudes del cine de este director ecléctico del que se dijo (y no parece que anduvieran desencaminados) que fue el que mejor dirigió a las mujeres en la etapa clásica de Hollywood. Además de musical, es evidente que la película juega con el recurso de la “comedia de opuestos”, que ya estaba en el original de George Bernard Shaw, con el atildado profesor, un tipo muy contento de haberse conocido, engreído, pedante, machista irredento, misántropo y, sobre todo, misógino (llega a decir “por qué las mujeres no se parecerán más a los hombres”...), y la deslenguada florista, vulgar, simple, bocazas, un desastre ambulante no ya solo por su horrible uso del inglés (en el imposible dialecto “cockney” típico de las clases bajas londinenses), sino en su desastrada vida, una vida que, sin embargo, será mucho más auténtica que la de la señorita finolis en la que la convertirá Higgins con sus lecciones.

Estamos entonces ante una comedia elegante, con clase, pespunteada por las continuas vulgaridades lógicas en la chica de la calle, como adecuado contrapunto a las exquisiteces del sibarita solterón de dedo meñique tieso. Con unos diálogos bien construidos, originales del propio Alan Jay Lerner que escribió el libreto del musical de Broadway, la visión del film es ciertamente muy agradable, por más que se conozca, aunque sea a grandes rasgos, la historia que se nos cuenta, sumamente popular.

Algunos números, con razón, han quedado en el imaginario popular, como la deliciosa canción que en España se tradujo como “la lluvia en Sevilla es una maravilla”, y que en el original era “The rain in Spain stays mainly in the plain” (o lo que es lo mismo, “la lluvia en España se queda principalmente en la llanura”), una frase que ayudaba a pronunciar correctamente el inglés. O el número musical del padre de Eliza cuando, próximo a casarse, decide tener una última noche de farra y borrachera para cuando ya no pueda hacerlo tras la celebración de himeneo. Se suceden los números en los que la vulgaridad rampante de Eliza, en proceso de transformación, habrá de superar pruebas en las que asistiremos a un suspense casi hitchcockiano (y es que no sabemos si la bella bruta meterá la pata, o no), como en las sofisticadas carreras de Ascott, donde lo importante no son los caballos sino los modelitos de las damas, y no digamos sus extravagantes sombreros...

Estamos en puridad ante una historia de amor interclasista, no sólo en cuanto a la clase económica, sino, sobre todo, de tipo social e intelectual. Es verdad que hay una cierta mirada machista, sobre todo porque la visión del film se hace desde la perspectiva del profesor Higgins, pero también que hay en ese machismo una buena dosis de ironía, cuando no de sarcasmo, sobre este empedernido solterón que va de sobrado, que se siente, como hombre, superior a las mujeres, aunque el desarrollo de la trama terminará convenciéndolo precisamente de lo contrario.

Con una visión de los barrios bajos londinenses que resulta ser bastante dickensiana, My fair lady abunda en los números musicales desenfadados, un poco a la usanza del Hollywood clásico, el que otorgaba al cine musical, casi por defecto, la característica de cine ligero, leve, evanescente, que no entraba en disquisiciones filosóficas, dramáticas, en cualquier caso más adultas, como sí se haría a partir de Brigadoon y, sobre todo, Siempre hace buen tiempo, Un americano en París y Carmen Jones, y no digamos desde West Side Story, que rompió los esquemas del musical para siempre. Pero My fair lady pertenece a la vieja escuela, y ello no es un defecto, sino una virtud: el gran musical clásico, como parece obvio, no pasará nunca de moda.

Buen trabajo interpretativo, tanto por parte de Rex Harrison (que se sabía el papel al dedillo: no en vano fue el profesor Higgins también en las representaciones del musical en Broadway) como por la de Audrey Hepburn, siendo en su caso aún más estimable, por cuanto la gran actriz británica poseía una clase natural, una distinción digamos “de fábrica”, con la que tuvo que luchar para componer la desabrida y malhablada Eliza Dolittle de la primera parte del film.

La película consiguió nada menos que 8 Oscars, entre ellos los más importantes: Película, Dirección, Actor protagonista (Harrison), Fotografía, Dirección Artística, Vestuario, Música y Sonido. Con un presupuesto de 17 millones de dólares, tuvo una recaudación mundial de 72 millones, por lo que se puede considerar como un film comercialmente exitoso.


(04-03-2024)


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170'

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My fair lady - by , Mar 04, 2024
3 / 5 stars
Tan deliciosamente vulgar