CINE EN PLATAFORMAS
ESTRENO EN FILMIN
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Kaouther Ben Hania (Sidi Bou Said, Túnez, 1977) es una guionista y directora tunecina que ha tenido una formación ciertamente envidiable: tras estudiar en la Ecole des Arts et du Cinéma de su país natal, perfeccionó su educación en Francia en la prestigiosa La Fémis y en la no menos célebre Universidad de La Sorbona. Como cineasta tiene una carrera todavía no muy extensa pero sí muy jaleada por la crítica y premiada en festivales, con films como Le Chaillat de Tunis, sobre un marrajo que años atrás, a lomos de su moto, se dedicaba a herir en las nalgas a las mujeres tunecinas, o El hombre que vendió su piel, que fue nominado al Oscar a la Mejor Película Internacional.
Su cine gira generalmente en torno a un tema esencial, la mujer en el mundo árabe, en especial respecto a sus derechos (pocos) y deberes (muchos). Con Las cuatro hijas (nominada al Oscar y al César al Mejor Documental, premiado en Cannes con el prestigioso premio Ojo de Oro, además de otros galardones en festivales como Chicago, Denver, Munich y Palm Springs) Ben Hania da un salto de gigante en su cine, con una película que es un documental pero a la vez no lo es.
La historia parte de un hecho real, la desaparición en Túnez en 2016 de dos mujeres jóvenes, Ghofrane y Rahma, ambas hijas de Olfa; las dos chicas desaparecieron por voluntad propia para unirse al ominoso ISIS, o DAESH, que de ambas formas es llamado el autodenominado Estado Islámico, ese que propugna que la ley que rija en todo el mundo musulmán sea la sharia, la interpretación al pie de la letra de la ley mahometana que prevé, por ejemplo, la amputación de una mano para un ladrón, la lapidación para las mujeres que tengan sexo fuera del matrimonio, o la relegación de las féminas al papel de úteros para perpetuar la especie, siempre dependientes del varón de turno (padre, esposo, hijo, hermano, hasta un primo sirve) y sin derecho a educación ni al trabajo: vamos, un planazo... Pues a ese planazo fue al que se unieron voluntariamente estas dos descerebradas, con el coco comido por los fanáticos ulemas de turno y aterrorizadas por etéreos infiernos ardientes (¿de qué nos suena esto último a los de civilización cristiana?).
Sobre esa historia lacerante, en la que Olfa, una auténtica madre coraje, en 2016, se batió el cobre en televisiones y ante las autoridades del país, e incluso quiso viajar a Libia, donde estaban las dos imbéciles para intentar recuperarlas, siéndole eso denegado por el gobierno de su país, es sobre lo que Kaouther realiza su película. Pero, aunque inicialmente estaba previsto que fuera un documental, un clic genial en la mente de la cineasta debió hacerle ver que podía hacer algo más, mucho más que eso: el resultado es esta fascinante Las cuatro hijas, que es documental, que es ficción, y a la vez no es ni una cosa ni la otra. La idea era (y funciona maravillosamente) sustituir a las dos memas huidas por sendas actrices, y rodar la dramatización de los hechos, pero a la vez filmar también los ensayos de esas dramatizaciones, e incluso los encuentros entre los personajes reales, Olfa y sus dos hijas menores Eya y Tayssir, que afortunadamente se salvaron de la enajenación mental de sus hermanas mayores, con las actrices que interpretan a Ghofrane y Rahma, pero también con los miembros del equipos del rodaje, siendo frecuente la interacción de las cinco con Kaouther, generalmente fuera de campo, que les pregunta cosas sobre la vida real de las cinco mujeres, asistiendo el fascinado espectador, de forma alterna, sucesiva, sin una delimitación clara, a esos ensayos, a esas entrevistas, a esas dramatizaciones, con cuyo subyugante conjunto Ben Hania teje una dolorosa (pero a ratos también muy divertida) taracea sobre los hechos ocurridos, sobre la vida de las cinco mujeres hasta que sucedió la desaparición, pero también a la etapa posterior, con el ingreso de las dos niñas en un centro de menores para preservarlas de un más que probable rapto por el ISIS si hubieran continuado en su hogar, en una decisión gubernamental que (a la vista de la amplitud de miras, la capacidad para comprender el mundo, la liberalidad de las ideas de las niñas, ahora ya adolescentes casi adultas) fue ciertamente muy acertada.
Godard, entonces, en Túnez, y con faldas. Porque Kaouther, como el cineasta parisino, padre de la Nouvelle Vague y torrencial creador cinematográfico, demuestra una extraordinaria capacidad para idear nuevas formas de contar historias, como esta que es real y ficticia a la vez, que es autoficción pero también documental puro y duro, que es dramatización a la vez que fértil preparación para esa dramatización.
La película fluye con facilidad, aunque es cierto que requiere de un espectador activo. Pero la historia nos llega con una intensidad inusitada, una historia que, a pesar de lo dramático de lo ocurrido (se nos cuenta en el film que las dos pánfilas han sido condenadas en Libia a un montón de años de prisión, en la que también está recluida la hija de una de ellas, que tuvo con el jefe del ISIS con el que se casó), tiene muchos momentos para la sonrisa e incluso para la risa franca, en especial por la gran complicidad entre Olfa y sus hijas menores: aunque hay un abismo de pensamiento entre ellas (la madre mucho más conservadora, como cabría esperar; las adolescentes mucho más liberales), hay un sentimiento común, el cariño materno-filial, que las une de forma absoluta y sin fisuras.
Qué gran película, hecha con pocos medios pero mucha creatividad, jugando con realidad y ficción con una facilidad pasmosa, haciéndonos partícipe de la tragedia de esta familia pero también de su día a día, de su historia, de cómo las idiotas cayeron en las redes de unos majaras con turbante, pero también de cómo las menores se salvaron de la quema y, a día de hoy, tienen una vida normal, como mujeres normales; bueno, todo lo normal que puede ser la vida de una mujer en Túnez, país laico pero con fuerte implantación islámica.
Las tres mujeres que se autointerpretan, Olfa, Eya y Tayssir, parecerían excelsas actrices si no fuera porque sabemos que no lo son: pero están estupendas y creíbles, quizá porque lo que cuentan es la pura verdad; las actrices contratadas “ad hoc” para completar la familia funcionan muy bien, en su doble rol de actrices que se preparan para sus papeles y los personajes que interpretan.
Esperamos mucho de Kaouther Ben Hania: recuerden su nombre, porque nos parece que nos puede dar mucho y buen cine. Si es como esta estupenda Las cuatro hijas, nos damos por más que satisfechos...
(16-02-2024)
107'