El percutante éxito de público y crítica de la adaptación al cine del primero de los libros de la saga del niño mago creado por la escritora J.K. Rowling, Harry Potter y la Piedra Filosofal, ha propiciado la versión del segundo volumen, este Harry Potter y la Cámara Secreta, que está teniendo también gran repercusión en taquilla aunque no tanta aceptación de los especialistas. Y es que se nota cierto cansancio, cierta inercia tanto en la productora como, sobre todo, en el director Chris Columbus, algo así como "esto funciona hagamos lo que hagamos". Y mientras que en la primera y excelente versión del pequeño Potter todo era agradablemente nuevo y sorprendente, en este segundo segmento ya no hay tanta inventiva, ni tanta innovación, los temas empiezan a ser repetitivos y el esquema algo redundante.
Sigue, desde luego, el agradable sabor del ambiente mágico y gótico del castillo de Hogwarts, sus profesores que parecen sacados de una tienda de disfraces de Halloween, y sus trucos de magia poderosa; también está la maldad del villano Voldemort, aquí fantásticamente metamorfoseado nada menos que en las páginas de un diario, y con una bestia del averno, un basilisco, ciertamente temible, aunque también demasiado aparatoso; el ave fénix Fawkes es también portentoso.
Pero los personajes están desdibujados, con un Albus Dumbledore interpretado por un ya casi agónico Richard Harris, en su último papel antes de morir, y un Kenneth Branagh excesivamente autoparódico. Con todo, el conjunto se deja ver con agrado y, aunque de metraje dilatado, cumple su función de entretenimiento grato y costeado. De todas formas, será bueno que Columbus y sus guionistas, así como el equipo de producción, se pongan las pilas para el tercer episodio, Harry Potter y el Prisionero de Azkaban, pues si no, pueden terminar matando la gallina (no sé si decir "el pollo"...) de los huevos de oro.
(04-12-2002)
160'