El cineasta finlandés Mika Kaurismäki (al que algunos reputan, equivocadamente, como el hermano tonto de Aki) se dio a conocer en el cine internacional con esta curiosa comedia entreverada de peculiar thriller, ambientada en el Berlín anterior a la caída del Muro, cuando nadie podía imaginar que sólo unos años después aquella ominosa construcción no sería sino un montón de cascotes.
Se cuenta la azarosa aventura, en clave negricómica (si me permiten el palabro…), de un taxista finés en Berlín, cuando es contratado por dos “camellos” (de los de dos patas, no de los de cuatro y joroba…), que pasarán pronto del reino de los vivos al de los muertos, con lo que el taxista de noche se encuentra con dos fiambres de los que desembarazarse y un montón de dinero que embolsarse: ahí empiezan sus problemas.
El tono es relajado, intrascendente, un punto surrealista. El taxista deambulará con su macabra y a la vez preciosa carga por una ciudad fantasma, hendida en dos y sin salida posible: la ratonera perfecta para un medio lapón tan lejos de su tundra polar, de su sol de medianoche.
A destacar la intervención como actores de varios directores de relieve, desde el gran Samuel Fuller hasta el entonces muy joven Jim Jarmush, pasando por un maduro Wim Wenders; incluso aparece toda una leyenda de la interpretación como Eddie Constantine, y además Nino y Roberta Manfredi, padre e hija en la vida real, hacen precisamente esos mismos roles.
La película se ve con agrado, con su multiplicidad de lenguas, sus gánsteres de pacotilla, la familia itálica del finlandés y toda la fauna de lo que entonces era una ciudad-limbo.
95'