Mika Kaurismaki pasa por ser el hermano torpe de Aki, pero eso no es exactamente así. Es cierto que el menor de los dos, Aki, es más conocido internacionalmente, con títulos como Contraté a un asesino a sueldo, La chica de la fábrica de cerillas o Nubes pasajeras. Pero Mika, del que internacionalmente se han visto menos películas (al menos en España), tiene también títulos de interés, como la peculiar Helsinki-Nápoles, todo en una noche, o esta Honey Baby, que ha tardado tres años en llegar a nuestras pantallas, y no se merecía esa demora. Estamos ante un filme extraño donde los haya, como casi todos los rodados en tierras eslavas: parece que aquellos países transfieren a la pantalla una atmósfera extraña, como surreal, con un punto fantástico aunque no haya intención de dar fantasía. Mika nos cuenta la historia de un acabado cantante rockero USA en Alemania, y su viaje hacia Rusia y Letonia para cubrir una gira fantasma, en la que conocerá a una antigua prostituta que se ha fugado de su inminente boda (vestida de novia y todo…). Ambos no comienzan bien su relación, pero poco a poco aprenden a conocerse y a amarse, mientras atraviesan las tierras estragadas primero por setenta años de salvaje comunismo y después por quince de capitalismo salvaje (que monta tanto…). Perseguidos por su pasado, finalmente él tendrá, como un Orfeo rockero, que rescatarla a ella, Eurídice para la ocasión, de un antro muy apropiadamente llamado Hades. Ese último tramo, quizá el más abstracto y, por ello, también el más arriesgado (es fácil caer en el ridículo en esa revisitación del clásico de la mitología griega), es sin embargo el que resulta más límpidamente cinematográfico: el club, de colores helados; los puteros y las putas, de una estilización millonetis típica de la perversidad intrínseca del dinero a espuertas; la escenografía, como de infierno paradisíaco, o quizá viceversa… Como colofón, un final abierto y ya decididamente fantástico u onírico, remata una película extraña, sabrosa por su peculiar mezcla de culturas (ese yanqui en tierras de Rasputín, siempre escaldado; esa rusa que habla un inglés chapurreado con la musicalidad de su lengua vernácula) que además nos reencuentra con un viejo conocido, Helmut Berger, aquel joven de rasgos efébicos que fuera muso de Visconti y que, treinta años después de la muerte de su amado maestro, reaparece convertido aquí en villano sesentón. Por cierto, una maldad: el protagonista, Henry Thomas (sí, el niño de E.T., El extraterrestre, personaje por el que pasará a la Historia del Cine), tiene actualmente todo, todito el aspecto de aquel Helmut Berger joven… ¿los uniría, a posta, Mika Kaurismaki en el casting? No me extrañaría: estos fineses tendrán mucho frío exteriormente (por aquello de su helada tierra), pero dentro de sus cabecitas seguro que corren géiseres…
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.