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Durante los años sesenta y setenta el cineasta griego por antonomasia fue el grecochipriota Mihalis Kakogiannis, frecuentemente conocido en Europa Occidental y Norteamérica con su nombre anglosajonizado, Michael Cacoyannis. En generaciones posteriores y sucesivas llegaron Theo Angelopoulos y Yorgos Lanthimos, pero en las décadas mentadas hablar de cine griego era hablar de Kakogiannis, sobre todo por su gran éxito, Zorba, el griego (1964), que consiguió tres Oscar, aunque ninguno para el director, y con la que Anthony Quinn realizó una de sus más recordadas composiciones interpretativas.

Kakogiannis, además de con el cine, estuvo muy implicado toda su vida con el teatro; unió ambas pasiones en las varias adaptaciones cinematográficas que realizó a lo largo de su vida de algunas de las más famosas tragedias griegas clásicas: Electra (1962), Las troyanas (1971) y esta Ifigenia (1977). El cineasta grecochipriota, con buen criterio, optó en este caso por una adaptación puramente cinematográfica, aunque mantuviera el texto de Eurípides en su esencia. Pero el tratamiento busca los espacios abiertos, los movimientos de masas, no hay sensación de teatralidad.

Estamos en la Grecia clásica, varios siglos antes de Pericles, cuando una coalición de reinos griegos se ha reunido, al llamado del rey de Micenas, Agamenón, para sitiar Troya, ante la afrenta recibida por su hermano, Menelao, al que Paris Alejandro, el hijo menor del rey de Troya, ha raptado a su esposa, Helena. Pero mientras la flota espera para zarpar hacia la ciudad de Troya, los soldados griegos matan a un ciervo sagrado protegido por Artemis, la diosa de la caza, quien, furiosa, convence a los dioses del Olimpo para castigar la osadía de los micenos. Así, el viento cesa totalmente y la flota no puede zarpar hacia Troya al no poder hinchar sus velas. Mientras espera, el estado mayor de la coalición consulta al augur Calcas, quien dictamina que la afrenta a los dioses solo será perdonada (y, con ello, regresará el viento) cuando se produzca el sacrificio de Ifigenia, la hija mayor de Agamenón…

El tema de la tragedia griega es, por supuesto, el conflicto entre el bien de la mayoría y el de la minoría, el sacrificio de lo individual a favor de lo colectivo; Kakogiannis realiza, como se ha dicho, una puesta en escena muy cinematográfica, buscando huir de la inevitable teatralidad del texto: panorámicas, primeros planos, zooms, travellings, cámara al hombro, entre otros recursos puramente fílmicos. El resultado es notable: el cineasta consigue la intensidad de la dramaturgia de la tragedia griega en un contexto plenamente cinematográfico, consiguiendo sobresalientes momentos en el virulento choque emocional entre los esposos, Agamenón y Clitemnestra (arrastrada al lugar del sacrificio en la creencia de que lo que iba a tener lugar eran los desposorios de Ifigenia con Aquiles, rey de los mirmidones). Consigue también Kakogiannis una rara atmósfera como de telurismo ancestral, como resultado del rodaje en las mismas tierras griegas que, hipotéticamente, fueron las mismas donde hace miles de años tuvo lugar (si es que tuvo lugar…) aquella historia que parece leyenda, o viceversa.

El destino como guía de la trama, el determinismo como fuerza motriz, de alguna forma imposible de vencer, será también uno de los elementos más interesantes de esta briosa adaptación. Ese destino que habrá de provocar la íntima tragedia de Agamenón (dicen de él: un padre y un asesino), escindido entre la obligación y la devoción, o la de la madre, impotente ante la irremisible muerte anunciada de su hija más querida, incluso del incierto prometido, un Aquiles que pasa de la indignación por haber sido involucrado sin su consentimiento en una tal añagaza, a entregarse absolutamente a la causa de la joven a sacrificar, quien le hará el famoso requerimiento: “no mates, no por mí; no mueras, no por mí”; la tragedia, también y sobre todo, de la adolescente Ifigenia, que tendrá que decir adiós a la dulce luz del día, como declama al final de la historia, cuando apenas está empezando a vivir.

Hermosa, bronca en su detalle del ejército que, como masa, actúa como rebaño antes que como seres pensantes y sintientes, Ifigenia es una obra de raro hipnotismo, muy notable, rozando la perfección. Los amplios recursos económicos y humanos se ven adecuadamente representados en el film; como curiosidad, llama la atención la aparición de varios desnudos frontales masculinos, muy poco frecuentes en la época de esta producción. Irene Papas, como Clitemnestra, aporta su gran vena dramática al personaje quizá más doliente, la madre que ha de sacrificar a su hija por el bien de su reino, de su país, del honor de su dinastía; Kostas Kazakos, como Agamenón, está soberbio, con una admirable mezcla de rudeza y hondo sentimiento por el trance al que se le aboca; la jovencísima Tatina Papamoschou, en su primer papel ante una cámara, resulta una presencia hipnótica, la inocencia, el desvalimiento de la adolescencia tan cruelmente truncada.


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127'

Año de producción

Ifigenia - by , Feb 05, 2018
4 / 5 stars
Un padre y un asesino