Está visto que, al final, Scorsese vuelve siempre al universo del hampa, sea italiana, como ha ocurrido en varias ocasiones en su carrera, o, como en este caso, la irlandesa. Infiltrados es una versión libérrima de un filme hongkonés (del que ya se han hecho dos secuelas, nada menos) dirigido en 2002 por Siu Fai Mak. La nueva historia scorsesiana plantea una doble infiltración: un gánster irlandés, que ha criado cuasi a sus pechos a un pipiolo, consigue introducirlo en la unidad de “elite” de la Policía de Boston encargada de la lucha contra el Crimen Organizado. Paralelamente, esa misma unidad, en el más absoluto secreto, y con conocimiento sólo de dos oficiales, logran infiltrar en el meollo de la banda del gánster a uno de los suyos. Ambos topos comenzarán a hacer su trabajo, hasta que los dos bandos se dan cuenta de que hay un traidor en sus filas, y comienza la busca y captura de “la rata”, como curiosa y comúnmente denominan polis y criminales a sus respectivos infiltrados.
Scorsese recupera, en este universo cerrado y asfixiante de las traumáticas relaciones entre policía y delincuencia, parte del pulso que últimamente había perdido. Es cierto que no llega a la altura de sus grandes hitos en el cine de gánsteres (véase Uno de los nuestros, por ejemplo), pero también que es un filme sólido, bien dirigido, con su habitual soltura narrativa (y también la acostumbrada brutalidad extrema de sus personajes, es cierto), y ese estilazo que es su marca de fábrica desde hace tantos años. La trama va avanzando complicándose cada vez más para cada uno de los topos, cuya respectiva salvación habrá de estar, teóricamente, en la caída del otro antes que en la propia, aunque las cosas no necesariamente han de suceder así…
Es verdad que algunos actores no ayudan gran cosa: Leonardo DiCaprio no da el papel, por mucho que se esfuerce en intentar ser un chico duro; lo mismo cabría decir de Matt Damon, al que un chillón doblaje al español tampoco se puede decir que ayude mucho. Jack Nicholson sí está magistral, como es habitual en él, y eso que está bastante comedido; curiosamente en este caso hace su personaje un poco “a la manera de” Robert de Niro, el actor scorsesiano por antonomasia. En el resto del reparto no pega un repeinado Mark Wahlberg haciendo de sargento primero con una lengua como para lavársela con salfumán, ni tampoco Vera Farmiga como improbable psicóloga, cuando más bien tiene pinta y gestos de modelo (tirando a pánfila, es cierto…). En definitiva, Scorsese parece recuperar bríos, pero, desde luego, no llega a la altura a la que nos tenía (mal)acostumbrados…
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