Personaje controvertido en la Historia, santa para unos, hereje para otros, Juana de Arco ha sido objeto de varias versiones cinematográficas. Esta última de Luc Besson parece incidir en el hecho de que la doncella que tomó Orleáns por la fuerza de las armas fue, fundamentalmente, una mujer obsesionada por un objetivo trascendental que la motivó hasta más allá de lo que cualquier ser humano hubiera hecho en circunstancias normales. Pero Besson, con buen criterio, destripa las intrigas palaciegas que supuestamente hicieron primero la victoria de Juana (fundamentalmente el apoyo a su causa de la suegra del futuro rey, un pelele en sus manos) y después su caída en desgracia (curiosamente por influencia de la misma madre política del monarca, una vez que ya no interesaba el recurso a las armas).
Así las cosas, esta Juana de Arco se convierte pronto en un cruce entre dos estilos; por un lado, una línea más subterránea, que habla de la dura lucha interior de la joven virgen consigo misma, con las visiones que la atormentaban pero también la entusiasmaban y daban sentido a su vida; y por otro, un fascinante espectáculo de guerra y luchas sangrientas en el campo de batalla, soldados manejados como marionetas por la fe, el tesón y la voluntad férreas de una mujer que, acaso providencialmente, vivió para recuperar el orgullo francés y evitar su desaparición como sociedad diferenciada.
El trabajo de Besson es meritorio, si bien en los trances místicos de la santa con alguna frecuencia se le va la cabeza y parece que estamos ante una película de extraterrestres en vez de visionando raptos divinos. También hay que anotar en su debe un excesivo metraje del filme, como lamentablemente ocurre de un tiempo a esta parte siempre que se quiere hacer una película "importante", que no puede ser, al parecer, inferior a las dos horas y media, como mínimo.
Aparte de estos "peros", en cualquier caso de rango relativamente venial, estamos ante una buena película de uno de los cineastas más irregulares, pero también más brillantes (y por ello con frecuencia efectista) del cine francés actual. Hay que elogiar el trabajo de Milla Jovovich, un cuerpo endeble que parece transformarse bajo los rasgos de la virgen guerrera, que sería santa... quinientos años después de su muerte, como se encarga de subrayar, sardónicamente, el director.
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