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Tras el éxito de Karate Kid (El momento de la verdad) (1984) y la razonable buena acogida comercial de su continuación, Karate Kid II (La historia continúa) (1986), ambientada en Japón, era previsible, como así fue, que se buscara continuar la ya entonces franquicia con una nueva secuela, que sería esta Karate Kid III. El desafío final (1989), que, sin embargo, no cumplió las expectativas que se preveían de recaudación, cerrando entonces, aunque temporalmente, la saga.

La historia se ambienta de nuevo en Estados Unidos, en Los Ángeles, donde transcurría la acción del primer capítulo de la franquicia. En ese contexto, vemos a Daniel Larusso y al señor Miyagi de nuevo en sus quehaceres, de vuelta de Japón; pero el “sensei” John Kreese, el cruel patrón del “dojo” Kobra Cai, vuelve a aparecer en escena, ahora con la ayuda de un duro empresario que fue compañero suyo en la guerra de Vietnam, que embauca al chico Larusso haciéndole creer que es el fuerte hombro en el que puede apoyarse para los nuevos y complicados retos que se le plantean...

El problema de las continuaciones de los grandes éxitos, como es sabido, es que con frecuencia (hay excepciones, claro, como en todo) se busca rizar el rizo y hacer que lo que funcionó en la entrega original de la serie sea aún más impactante, aún más atractivo. Y, también con frecuencia, lo que se consigue es justamente lo contrario: la tensión, la generación de adrenalina en el espectador, tiene su justa medida: si se consigue, el resultado será estupendo; si se excede, el público se desentenderá de esa tensión insufrible que no termina de explotar nunca. Algo de eso sucede en esta tercera entrega, con una última parte que no parece terminar nunca, y además con el problema de que hasta entonces la historia se ha hecho premiosa, no terminando de entrar en materia hasta bien avanzada la trama.

Es cierto que la historia se sigue con facilidad, porque Avildsen era un buen narrador (Rocky y el primer Karate Kid eran suyos, como notables tarjetas de presentación), que los personajes, ya conocidos, son como viejos amigos a los que volvemos a ver en una nueva peripecia (aunque sepa a vieja...), y que el tono, en general, es agradable. Pero era evidente que la saga, con este esquema argumental, ya no daba mucho más de sí, y el público le dio la espalda.

Ralph Macchio siempre fue un actor muy limitado; aquí repite su ya papel arquetípico, el Daniel-san por el que tiene un lugar en la Historia del Cine, aunque después su carrera haya sido oscura y mediocre; “Pat” Morita repite también el personaje por el que será recordado, un hombre callado al que se le ha dotado de un aura de orientalismo que fue de las mejores cosas de la primera entrega de la saga. Como curiosidad, además del villano de la primera parte de la trilogía, Martin Kove, que casi treinta años más tarde reaparecerá en la exitosa secuela televisiva Cobra Kai (2018), aparece un nuevo “malo”, Thomas Ian Griffith, que es aún más pérfido que el célebre “sensei”; la curiosidad estriba en que Griffith, que aparenta en pantalla, por su corpulencia y hechuras, ser el hombre adulto de casi 30 años que ya era, sin embargo era un año más joven que Macchio, que aunque tenía aquí ya 28 años, seguía aparentando no más de 16: prodigios de la genética, que sigue haciendo que el bueno de Ralph aparente siempre ser mucho más joven de lo que realmente es...

(14-01-2021)


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112'

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Karate Kid III. El desafío final - by , Jan 14, 2021
2 / 5 stars
Cuando se tensa en exceso la cuerda